El fusible

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 10 Mar 2025 - 08:37hrs

Rogelio Ramírez de la O dejó la titularidad de la Secretaría de Hacienda –luego de haber pasado en el cargo un lapso transexenal de tres años, siete meses y cuatro días— justo cuando está por comenzar el nuevo ciclo hacendario del país (en abril deben presentarse los precriterios de política económica).


Es probable que haya entendido que lo invitaron para ser parte integral del nuevo gobierno, pero hoy resulta obvio que lo que esperaba de él la presidenta Claudia Sheinbaum es que fuera un fusible.


Es decir, que si no lograba convencer a los mercados de la voluntad del gobierno claudista de bajar el déficit, y eso se traducía en una rebaja de la calificación de la deuda mexicana, quien pagara los costos fuera él. Ramírez de la O, a final de cuentas, era representante del gobierno anterior.


Con su salida, y la incorporación de Edgar Amador como nuevo secretario de Hacienda, Sheinbaum está enviando la señal de que está lista para definir con precisión el tipo de relación con el sector privado que a ratos ha esbozado sin terminar de convencer.


Amador podrá ayudarla en eso por la buena capacidad que ha mostrado para armar proyectos. Su gestión tendrá, sin duda, el enorme reto de remontar toda la incertidumbre que se ha generado por la implementación de la agenda lopezobradorista, que se desbordó sobre el actual sexenio. Y es que la economía mexicana no sólo sufre por la volatilidad internacional, sino, sobre todo, por la falta de confianza que se ha producido en lo interno, producto de temas como la Reforma Judicial.


Cuando Sheinbaum tomó posesión todavía se hablaba de lo mucho que México podría beneficiarse del nearshoring. Hoy la inversión está parada y se habla de la relocalización como un espejismo, una oportunidad que no se va a materializar.


Incluso el consumo interno, motor que mantuvo al país a flote después de la pandemia, ya da signos de cansancio.


La Presidenta está obligada a sacar al país de ese marasmo. Las estimaciones de expansión de la economía para este año no han dejado de caer. El más reciente signo de alarma lo lanzó el área de análisis de Banamex, que fijó en cero el crecimiento del PIB para este año. Y eso, aún sin saber qué pasará con los aranceles de Donald Trump.


A Ramírez de la O no lo dejaron hacer muchas de las tareas que suelen corresponder a un secretario de Hacienda, como nombrar a los titulares de Pemex, la CFE y el SAT. Tampoco fue suya la decisión de poner a Amador en la Subsecretaría de Hacienda.


Aunque no ha sido el único encargado de las finanzas públicas que transita de un sexenio a otro –ya antes lo hicieron Eduardo Suárez, Antonio Ortiz Mena y Jesús Silva Herzog–, Ramírez de la O sí es el primero que cumple el papel de fusible.


Edgar Amador (Monclova, Coahuila, 1970) fue castigado por López Obrador por no haber roto con el entonces jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera, de quien fue secretario de Finanzas, cuando él lo hizo. Sheinbaum, con quien Amador tiene una relación de larga data, lo sacó de la banca. Antes de incorporarse al gobierno, se desempeñaba como asesor de la gobernadora del Banco de México.


Aunque no se ha dado la ruptura abrupta de la mandataria con su predecesor que algunos esperaban, sí ha ocurrido una serie de distanciamientos de matiz. El relevo de Ramírez de la O por Amador es claramente uno de ellos.


La salida de Ramírez de la O, quien ya había cumplido la función que se esperaba de él, marca el verdadero inicio del sexenio en materia económica. Después de comprar unos meses de paz, la Presidenta puede ahora intentar despertar el entusiasmo del sector privado, cosa que no se logró con el actual Presupuesto.


El papel de Amador será llevar a lo concreto el nuevo acuerdo que Sheinbaum quiere establecer con el sector privado. Tendrá que hacerlo, eso sí, en medio de la reforma judicial, motivo de desconfianza para los inversionistas; bajo la espada de Damocles que representan los aranceles, y sin renunciar a la consolidación fiscal.


El suyo no será un trabajo sencillo, pero sí muy necesario.

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