![]() | Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 27 Feb 2025 - 09:35hrs
La propuesta era impecable: que un servidor público electo no pueda ser sucedido por un pariente.
Esa práctica amañada se ha ido generalizando en el país. Hay una enorme cantidad de municipios en los que los alcaldes entregan el cargo a sus cónyuges, hermanos, padres o hijos.
Así, están accediendo a puestos de elección personas sin carrera ni merecimientos ni talento, gente que sólo llega por ser pariente de quien se va. Y luego aquello se vuelve un carrusel, pues el proceso se repite en la siguiente elección.
En algunos casos, como en Chenalhó, Chiapas, esa forma de heredar el poder ha provocado incluso estallidos de violencia, con muertos y desaparecidos.
Ahora, amenaza con extenderse a las gubernaturas. Habrá quien diga que la decisión, al final, la toma el electorado. Pero eso es muy relativo, pues el pariente suele tener ventajas sobre el resto de los candidatos. Y para acabarla de amolar, tampoco es el más interesado en revisar las cuentas que le dejó su antecesor.
La iniciativa de Sheinbaum era correcta, además, en cuanto al tiempo de su implementación. ¿Por qué esperar tres años para corregir una situación indeseable si se puede hacer de inmediato?
Pues, a pesar de todo lo anterior, la mayoría oficialista en el Senado –aupada por el Partido Verde, socio minoritario de la coalición gobernante– decidió enmendar la plana a la Presidenta y posponer la entrada en vigor de la prohibición hasta 2030, cuando que la iniciativa original decía que sería en 2027.
En su conferencia de ayer, ella acusó recibo del golpe, diciendo que, en su opinión, la propuesta debería recuperar su sentido original ahora que sea revisada por la Cámara de Diputados.
En retrospectiva, me pregunto qué imaginaba Sheinbaum cuando lanzó su propuesta. Era sensata, como digo arriba, pero, en el actual ambiente político del país, también era intransitable, pues caminaba sobre un terreno sembrado de intereses personales.
¿No era esperable que la Presidenta se topara con las redes de relaciones familiares que están capturando el poder regional, mismas que, en algunos casos, cuentan con la venia del expresidente Andrés Manuel López Obrador, líder real de la Cuatroté?
¿Acaso tampoco vio que, aunque la iniciativa no tocaba el nepotismo en la burocracia y la dirigencia de Morena, el oficialismo está infestado de dicha práctica? ¿No es obvio, por ejemplo, el nepotismo en el que incurre la familia López Obrador?
Esa falta de cálculo me hace pensar que ella carece de un buen operador político. Alguien de su equipo tendría que haber convocado al liderazgo senatorial para asegurar que la iniciativa se aprobara tal como la envió.
Y aquí no se trata, como dijo Adán Augusto López Hernández, jefe de la bancada morenista, de una legítima negociación política. Eso habría sido cierto si los senadores del oficialismo hubieran corregido la iniciativa para mejorarla o para evitar algún daño. Pero no fue así: dejaron mal parada a la Presidenta para proteger intereses particulares.
Ya son varias las que le hacen, como cuando refrendaron en su cargo a la presidenta de la CNDH. Sheinbaum ya debe tener suficiente información para concluir que, desde dentro del “movimiento”, la están limitando y poniéndole piedras en el camino.
Ayer, ella decía que ojalá ningún político trate de suceder a un pariente en 2027, porque “lo va a ver muy mal la gente”. De inmediato, dos de los beneficiados con el cambio de la iniciativa dijeron, en pocas palabras, que no le harán caso. Y aunque la dirigente formal de Morena, Luisa María Alcalde, prometió que el partido pondrá candados para impedir la postulación de familiares, el que ese anuncio lo haga alguien que es parte de una familia que tiene a varios de sus integrantes en puestos políticos y administrativos le quita mucha seriedad.
De hecho, el asunto ya tornó en guasa. El oficialismo mostró que allí dentro opera el “somos nepotistas, pero poquito”, parafraseando a aquel alcalde nayarita.
Si no quiere seguir lidiando con ese tipo de contradicciones, la Presidenta necesita reafirmar su poder. Ah, y hacerse de un buen operador político.