El abrupto fin de “abrazos, no balazos”

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 28 Feb 2025 - 10:14hrs

No hay antecedentes de un envío de México a Estados Unidos de tantas figuras relevantes en el mundo de la delincuencia organizada como el que se dio a conocer ayer poco antes de las 2 de la tarde. Formalmente no puede hablarse de la extradición de estas personas, pues no se le llama así en la “tarjeta informativa” de 128 palabras que emitieron la Fiscalía General de la República y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.


“Esta mañana fueron trasladadas a los Estados Unidos de América 29 personas que se encontraban privadas de su libertad en diferentes centros penitenciarios del país, las cuales eran requeridas por sus vínculos con organizaciones criminales por tráfico de drogas, entre otros delitos”, dice el texto.


 


Cuatro horas más tarde, las mismas dependencias compartieron los nombres de los trasladados en bola. La lista da cuenta de la magnitud de la acción.


En el paquetazo están Rafael Caro Quintero, fundador del extinto Cártel de Guadalajara, señalado como responsable de la tortura y asesinato del agente estadunidense Enrique Camarena, en febrero de 1985; los hermanos Miguel Ángel y Omar Treviño Morales, conocidos por sus alias Z-40 y Z-42, exintegrantes de Los Zetas, quienes han sido vinculados con la masacre de Allende, en marzo de 2011; Antonio Oseguera Cervantes, alias Tony Montana, quien se encargaba del acopio de armas y blanqueo de dinero para el Cártel Jalisco Nueva Generación, y hermano de El Mencho, líder de esa organización criminal, y Vicente Carrillo Fuentes, conocido como El Viceroy, hermano de Amado Carrillo, El Señor de los Cielos, a quien reemplazó a su muerte como líder del Cártel de Juárez. Todos tienen cargos ante la justicia estadunidense, la cual ofrecía grandes recompensas por su captura.


El 27 de febrero de 2025 será recordado como un antes y después en la cooperación antinarcóticos entre México y EU, que recibió un empujón a raíz del regreso a la Casa Blanca de Donald Trump, quien ha logrado que se dispare súbitamente la participación mexicana en estas tareas, mediante la amenaza de imponer aranceles a las exportaciones de este país, mismos que, de concretarse, colocarían a su economía en zona de recesión.


Después de que Trump hizo el anuncio de los aranceles, el 1 de febrero –que luego fueron suspendidos por un mes, en espera de que México ayude a frenar los flujos de fentanilo y migrantes hacia Estados Unidos–, alcanzó niveles insólitos la incautación de estupefacientes y la localización y desmantelamiento de laboratorios de drogas sintéticas en México, así como la detención de personas relacionadas con esas actividades.


Habrá que esperar qué sucede con el siguiente capítulo de esta historia, pues los traslados de los personajes podrían desatar luchas internas por el liderazgo de los grupos a los que pertenecían, pero también podría ser el preludio de importantes revelaciones sobre los vínculos corruptos entre el poder y la criminalidad en México.


Si eso se esperaba en el caso de Ismael El Mayo Zambada, hay que imaginarse cómo han crecido esas posibilidades con la magnitud de los datos que poseen los capos recién llegados a Estados Unidos, quienes buscarán negociar con los fiscales penas menores, mejores condiciones carcelarias, etcétera.


Otra cosa será ver si la acción de ayer –que se dio a conocer justo cuando estaba por empezar la reunión en Washington de altos funcionarios de México y EU en materia de seguridad– resulta satisfactoria para Trump al punto de posponer nuevamente la aplicación de aranceles, prevista para el 4 de marzo.


Y es que menos de seis horas antes de que se anunciara el traslado de los 29 capos, Trump posteó en su red Truth Social que las drogas seguían cruzando las fronteras estadunidenses y que, en tal virtud, los socios comerciales mexicanos y canadienses debían esperar el arancelazo del martes de carnaval.


Típica forma de negociar de él: primero ablanda al interlocutor y luego lo sienta a conversar.


Ablandado o no, qué bueno que el gobierno mexicano se puso a trabajar y acabó, por convicción propia o a la fuerza, la era de “abrazos, no balazos”, de tan malos recuerdos para la seguridad pública.

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