![]() | Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 11 Mar 2025 - 10:32hrs
El resultado de aquella reunión sigue gravitando en la política nacional: la noche del 5 de junio de 2023, el presidente Andrés Manuel López Obrador convocó en el restaurante El Mayor a quienes llamaba sus corcholatas para decidir las reglas de la sucesión.
Quien ganara la encuesta que realizaría Morena, les dijo, abanderaría el partido en las elecciones del año siguiente, pero los perdedores no se quedarían con las manos vacías: les tocaría coordinar alguna de las bancadas en el Congreso o una posición en el siguiente gabinete presidencial.
Ésa es la razón por la que Adán Augusto López Hernández y Ricardo Monreal –actuales jefes de los senadores y diputados morenistas, respectivamente– no le deben su nombramiento ni su lealtad a la presidenta, Claudia Sheinbaum, sino al expresidente Andrés Manuel López Obrador y no han dudado en hacerlo patente.
Hace unos días, ambos decidieron cambiar la iniciativa que la mandataria había enviado para prohibir el nepotismo electoral a partir de 2027, con el fin de que distintos personajes del oficialismo no perdieran el derecho constitucional de suceder a un pariente y que no se malograra la alianza con el Partido Verde, cosas que, por lo visto, les importan más que impulsar la agenda política de Sheinbaum.
Y apenas el domingo, ambos legisladores dieron la espalda, literalmente, a la Presidenta, cuando ésta acababa de salir de Palacio Nacional y se dirigía a la tribuna desde donde pronunciaría un discurso ante un Zócalo lleno, para hablar sobre la relación bilateral con Estados Unidos y los aranceles que amenaza con imponer Donald Trump, mismos que fueron suspendidos hasta el 2 de abril.
López Hernández y Monreal eran parte de un grupo que aprovechaba los momentos previos a dicho acto para tomarse una fotografía con Andrés López Beltrán, hijo de López Obrador.
Éste, sin haber sido jamás elegido para cargo alguno ni tener talento especial que se conozca, se convirtió en secretario de Organización de Morena con el cambio de sexenio, y, desde ese cargo, es percibido como representante del expresidente y gerente a cargo de cuanto ocurre en el partido del gobierno.
A nada relevante tendría acceso el personaje, a quien barberos y allegados conocen como Andy, de no ser porque se llama Andrés y se apellida López, y eso incluye la zona VIP de los actos oficiales.
Pues resulta que, a pesar de que el sonido local ya había informado que la presidenta Sheinbaum había hecho su aparición en la plaza, e incluso había rendido honores a la bandera, López Hernández, Monreal y sus acompañantes seguían posando para los fotógrafos al lado de Andy.
Y ya sea porque son muy malos políticos o porque son políticos muy mañosos, ni siquiera voltearon a ver si venía la Presidenta, y sólo se enteraron del hecho –o quisieron darse por enterados–, cuando ella ya caminaba a sus espaldas.
He cubierto centenares de actos presidenciales desde hace 37 años y sé que en los minutos previos a que llegue el Ejecutivo al lugar donde se le espera nada debe suceder más que aguardar su arribo. Es parte del protocolo y también un acto de respeto a su investidura.
Por menos de lo que hicieron anteayer López Hernández, Monreal y compañía, a la ministra presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña, la querían quemar en leña verde hace dos años.
Agravio adicional a los que ya han cometido estos legisladores, es que ventilen su descuido o su desaire frente a un Zócalo lleno y las cámaras de televisión. Más aún, que luego de bloquear la iniciativa original de la Presidenta sobre el nepotismo, hagan semejante acto de adulación al hijo del expresidente.
Las “disculpas” posteriores al mitin sólo subrayaron el insulto, al decir que “nada minimiza” a la mandataria y que ellos se habían dejado llevar por la “emoción” del momento, cuando si algún motivo de entusiasmo tendría que haber, en un acto como éstos, organizado por el oficialismo, es la entrada en escena de la Presidenta de la República.
Si ellos se la perdieron, es que no la estaban esperando. Porque uno sólo está pendiente de lo que realmente le importa.