El tercer piso

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 04 Sep 2024 - 09:23hrs

Si algo caracteriza los mítines que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador es que éste no suele compartir el micrófono.


El 1 de julio de 2023, en el Zócalo, durante el festejo por el quinto aniversario de su triunfo electoral, el mandatario hizo una excepción y se lo cedió a Luisa María Alcalde Luján, a quien acababa de nombrar como secretaria de Gobernación.


Tenía menos de un mes que López Obrador había anunciado —durante una cena privada con sus corcholatas— la mecánica para decidir la candidatura oficialista para sucederlo, y el tabasqueño ya tenía puesta la vista en la sucesión. Pero no en la de 2024, que, apostaba él, se resolvería sin problema a favor de su movimiento, sino en la siguiente, la de 2030.


Ya se había cumplido un “relevo generacional”. El Presidente estaba pensando en el siguiente. No cabe duda que Alcalde ha tenido un trato privilegiado por parte de López Obrador. La hizo secretaria del Trabajo, en el arranque de su gobierno. Luego, cuando se impuso la obligación de que las corcholatas se separaran de sus cargos para participar en la encuesta, ella sustituyó a Adán Augusto López, convirtiéndose en una de las personas más jóvenes en ocupar la Secretaría de Gobernación.


Durante los 15 meses que Alcalde lleva en el cargo, ha despachado encomiendas presidenciales que la han proyectado en el plano nacional, como la esgrima verbal con la SCJN respecto de los salarios de los ministros y la prisión preventiva oficiosa, así como argumentar por qué correspondía al oficialismo la mayoría calificada en la Cámara de Diputados luego de la elección de junio pasado.


Cuando, pasados los comicios, llegaron los tiempos para el relevo en la dirigencia de Morena, López Obrador aplacó a los aspirantes a suceder a Mario Delgado, quien fue anunciado como secretario de Educación en el gabinete de Claudia Sheinbaum, y se canceló la encuesta interna a fin de que Alcalde quedara como la única tiradora en el partido.


Para justificarlo, López Obrador desempolvó un video promocional de Morena, de 2012 —que casualmente ya tenía listo para mostrarlo—, en el que la hoy funcionaria aparece cantando. Y recordó que ella participó, muy joven, en la fundación del partido. “No soy objetivo”, reconoció en la conferencia mañanera del 11 de julio.


Ayer le contaba que luego de 15 años de que los secretarios de Gobernación jugaran un papel estrictamente protocolar en la entrega anual del informe presidencial al Congreso, Alcalde se convirtió, el domingo, en la primera en echarse un discurso en la tribuna del salón de plenos del Palacio Legislativo durante la sesión de Congreso General.


A pesar de que el artículo 7 de la ley respectiva prevé que dicho encuentro de diputados y senadores “no tendrá más objeto que celebrar la apertura del periodo de sesiones y que el Presidente de la República presente su informe”, Alcalde se apropió casi ocho minutos del micrófono. “¡Hola, hola!”, saludó a los legisladores, antes de arrancarse con una intervención rebosante de retórica.


Como también le decía ayer, es improbable que haya sido suya la idea de pronunciar un discurso en un escenario en el que nadie lo había hecho antes, fuera de los presidentes de la República y los legisladores designados para responder el informe o dar el “posicionamiento” de su respectiva bancada.


Eso, más bien, parece haber sido iniciativa de López Obrador, pues Alcalde debió saber que su función era la de ser la representante del Presidente. Era la mandadera, nada más.


El Presidente da la impresión de querer que su “transformación” tenga un tercer piso y que, llegados los tiempos, la futura lideresa del partido oficial se proyecte como la encargada de levantarlo. Eso implica anular el margen de maniobra de la próxima Presidenta. Desde la dirigencia de Morena, Alcalde no estará directamente bajo el mando de Sheinbaum. Será una suerte de comisaria política, encargada de velar por la pureza ideológica, palomear a los candidatos y llevar los mensajes de Palenque a Palacio Nacional.


En todo caso, así luce el plan. De que se concrete o no, depende —como pasa con muchas otras cosas— de lo que quiera la sucesora de López Obrador.

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