Y ahora, a meter mano en la sucesión de 2030

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 03 Sep 2024 - 10:38hrs

Desde el 1 de septiembre de 2008, el o la titular de la Secretaría de Gobernación tiene entre sus funciones acudir al Palacio Legislativo para entregar, a nombre del Presidente de la República, la versión escrita del Informe del Gobierno.


Esto se deriva del zipizape que ocurrió dos años antes, cuando la oposición de izquierda impidió que el presidente Vicente Fox rindiera su Informe –su sexto y último– en la tribuna de la Cámara de Diputados, como había venido sucediendo cada año, en tiempos de paz, desde la creación de la República. Al año siguiente, Felipe Calderón acudió a San Lázaro, pero sólo se le permitió cumplir con el acto protocolario de entrega del documento, cosa para la que habló menos de dos minutos, en un mensaje en el que manifestó su “respeto y consideración para los legisladores” y su disposición “para tener un diálogo público y directo” con el Congreso.


En 2008, fue el hoy fallecido Juan Camilo Mouriño, secretario de Gobernación, quien se encargó de poner el Informe en manos del Congreso, y a su presidente en turno, el hoy procesado César Duarte Jáquez, recibirlo.


Esa vez, igual que durante los siguientes tres lustros, ese acto protocolario transcurrió de manera rápida y discreta. Los días 1 de septiembre, el o la titular de Bucareli entraban y salían del Palacio Legislativo en un lapso de unos cuantos minutos. Se fue haciendo tradición que la ceremonia ocurriese en un espacio de menor dimensión, no en el salón de plenos. Y ese mismo día o el siguiente, el Presidente de la República pronunciaba un mensaje político relativo al Informe.


Todo eso cambió este sexenio. En 2021, el recién nombrado Adán Augusto López Hernández se convirtió en el primer secretario de Gobernación en cumplir con el ritual en el salón principal, cosa que repitió en 2022. Sin embargo, en ambas ocasiones, el exgobernador de Tabasco no duró en la tribuna sino dos o tres minutos, mientras se cumplía el trámite.


Con su sucesora, Luisa María Alcalde, la discreción terminó por hacerse añicos. El año pasado, ella también acudió al pleno, pero coronó la entrega del documento con un mensaje en el que dijo que el Informe recogía “el espíritu del humanismo mexicano, proyecto de país que estamos impulsando”.


El domingo, Alcalde regresó a San Lázaro, pero esta vez no se limitó a hacer un comentario al margen de un ritual administrativo, sino pronunció un discurso propio de la plaza pública, no del recinto legislativo que concentra la representación popular y la de las entidades federativas.


A lo largo de casi ocho minutos, la funcionaria se desgañitó como Mussolini en su balcón, gesticulando y moviendo los brazos y levantando el dedo índice al ritmo de su perorata, en la cual calificó a Andrés Manuel López Obrador como “el mejor presidente que ha tenido este país”, y que se desarrolló entre gritos de apoyo de sus correligionarios y exigencias de la oposición de que se retirara de la tribuna.


Sería muy difícil que López Obrador haya sido ajeno al protagonismo que mostraron López Hernández y Alcalde Luján en la entrega de sus últimos cuatro Informes al Congreso, es decir, que el lucimiento personal de sus subalternos se haya dado sin su consentimiento previo.


Para nadie es un secreto que la persona titular de Gobernación acude a San Lázaro con la representación presidencial. Sería una osadía subir a la tribuna y, más aún, dirigir un discurso ante los legisladores sin haberlo platicado antes con su jefe.


Poco después de su primera visita a San Lázaro, Adán Augusto fue ensalzado por López Obrador en una reunión con los legisladores de su movimiento, cosa que lo convirtió en aspirante presidencial. Con Alcalde está sucediendo algo parecido, pues ha sido evidente la manera en que el mandatario la ha proyectado como la próxima dirigente de Morena. No olvidemos la visibilidad que le ha dado recientemente en sus mañaneras. El discurso de ella el domingo en el Palacio Legislativo –y la manera en que la Segob le ha hecho publicidad en sus redes– da la impresión de ser parte de un proyecto mayor: colocarla anticipadamente al frente del pelotón de aspirantes para 2030.


 

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