| 21 Feb 2024 - 08:48hrs
Cuando estamos a punto de entrar en la parte formal de las campañas electorales, es preciso hablar de periodismo.
Nuestro oficio lleva tres décadas en una crisis iniciada con la aparición del internet comercial, que puso en duda la sostenibilidad de su modelo de negocio, y ha continuado con la multiplicación de medios alternativos y el surgimiento de las redes sociales; la posverdad y la descalificación de las opiniones de los expertos y, más recientemente, los ataques de los políticos a los periodistas.
Esta última etapa ha sido particularmente notoria con el advenimiento de los gobernantes carismáticos a nivel global, como Trump, Putin y Bukele. Éstos han emprendido una guerra contra la rendición de cuentas y los equilibrios de poder, misma en la que el periodismo independiente –pilar de toda sociedad democrática– se ha convertido en uno de sus blancos favoritos.
Si bien en cada uno de los sexenios en los que me ha tocado trabajar en los medios de comunicación el periodismo libre no ha sido santo de la devoción de los políticos mexicanos, nunca se había expresado una antipatía tan grande, grave y abierta como en éste.
Refractario a todo lo que no puede controlar, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha arremetido contra medios y periodistas, buscando minar su credibilidad mediante falsedades, desacreditaciones e incluso la exhibición ilegal de los datos personales de quienes se dedican al oficio.
Más aún, el mandatario se ha empeñado en desnaturalizar el periodismo, mediante la siembra de preguntas a modo en sus conferencias matutinas, e incluso ha acuñado una definición propia de esta actividad, en la que los reporteros aparecen como simples promotores de su “movimiento de transformación”.
Me temo que el inminente fin del sexenio impedirá remontar el proceso de normalización de estas prácticas –entre las que se destaca esa sección semanal aberrante llamada Quién es quién en las mentiras– y que habrá que apostar, más bien, a que nunca más se repita una actitud tan tóxica del poder hacia el oficio periodístico. Ésta se ha dado, por si fuera poco, en medio de la intensificación de la violencia física contra los comunicadores.
El cambio que se requiere en la relación prensa-poder depende del compromiso con la verdad de los candidatos a puestos de elección popular, comenzando por aquellos que aspiran a la Presidencia de la República.
¿Estarán dispuestos a prescindir de los “otros datos”, a escuchar preguntas periodísticas pertinentes sin hacer gestos, a comprender que un reportaje sobre corrupción o ineficiencia en el gasto puede ayudarlos en su labor, a superar la visión prevaleciente de que su popularidad es lo único que importa…?
Preocupa que el modelo de conferencias diarias vaya a mantenerse en el próximo sexenio, pues, si el Ejecutivo habla todos los días, la tentación de elogiarse, autojustificarse y atacar a la prensa también se mantendrá.
Por otro lado, es necesario que las empresas de comunicación asuman que parte de su labor es seguir resistiendo las presiones de los candidatos/futuros gobernantes, pues éstas, como sucede con la extorsión en el mundo criminal, sólo se apagan cuando todos coinciden en rechazarlas, y que un medio libre –que en campaña da un trato informativo equilibrado a todas las opciones– no sólo aporta oxígeno a una sociedad democrática, sino que puede ser un negocio sustentable, pues la credibilidad es muy atractiva.
Finalmente, los periodistas interesados en que el oficio emerja de su crisis –reporteros, editores, comentaristas y conductores– debemos adquirir un compromiso inquebrantable de informar con responsabilidad y rigor, evitando ser absorbidos por la onda expansiva de la lucha política. Somos testigos, no protagonistas ni beneficiarios de lo que se juega en las urnas.
Esta contienda, marcada por la polarización, será un gran reto para el trabajo periodístico. En ánimo de superarlo, recordemos la reflexión que hacía en 1881 el periodista francés Eugène Pelletan: “No basta que todo ciudadano tenga derecho a votar. Importa que tenga la conciencia de su voto. ¿Y cómo puede tenerla si una prensa al alcance de todos, del rico y del pobre, no va en busca del elector hasta el último pueblo?”.