Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 19 Feb 2024 - 09:07hrs
Fue la mayor manifestación no patrocinada por el oficialismo desde que se inició el sexenio. Se discutirá, como siempre, cuántas personas caben en la Plaza de la Constitución. Lo objetivo es decir que la explanada resultó insuficiente ayer para albergar a quienes querían expresar su rechazo a las reformas que impulsa el presidente Andrés Manuel López Obrador. Muchos se quedaron atorados en las bocacalles de Francisco I. Madero, 16 de Septiembre y 20 de Noviembre.
Aún resuenan aquellos retos del mandatario a sus opositores para “echarle ganas, a ver si llenan el Zócalo”. Lo dijo el 5 de octubre de 2020, cuando el plantón del hoy fantasmagórico Frente Nacional Anti AMLO (Frenaa), que llenó parte de la plaza y avenida Juárez con tiendas de campaña, muchas de las cuales se quedaron vacías. Días antes, había asegurado que cuando ocurriera la primera manifestación de 100 mil personas en su contra, él dejaría la Presidencia y se iría a su finca de Palenque.
Pues ya van dos Zócalos llenos: el 26 de febrero de 2023, en defensa de la Suprema Corte, y la de ayer, casi un año después, en apoyo a la democracia, que se replicó, en diferentes tamaños, en un centenar de ciudades.
Nadie propone –al menos yo no– que el Presidente renuncie. Pero ya es tiempo de que admita que su voz no es la única que importa en el país. Hay un grupo numeroso de ciudadanos que no comparten su punto de vista sobre muchos temas y que quieren que no se pierdan las instituciones construidas a lo largo de las últimas cuatro décadas para asegurar que las condiciones de la competencia electoral sean parejas, mismas que el tabasqueño ha amenazado con la extinción.
Siendo líder del Partido de la Revolución Democrática, en 1996, López Obrador apoyó el resultado de las negociaciones con el PRI y con el PAN para crear el Instituto Federal Electoral, hoy INE. No sólo eso: él se benefició de aquella reforma electoral –y de la tolerancia que tuvieron sus adversarios por el hecho de que no cumplía con los criterios de residencia en el entonces Distrito Federal– al ganar la Jefatura de Gobierno de la capital en 2000, posición desde la que se proyectó al plano político nacional.
Perdió una elección polémica en 2006, pero 12 años después logró llegar a la Presidencia de la República, con aquellas mismas reglas que se establecieron a finales de los años 90, más otras, que él exigió en el camino. Hoy quiere dinamitar todos aquellos logros democráticos de la ciudadanía para que nadie más –o, por lo menos, nadie fuera de quien él decida– pueda beneficiarse de ellos.
“Nos pasamos más de 40 años construyendo una escalera, cada vez más robusta, cada vez más firme, para que quien tuviera los votos pudiera acceder al primer piso, y hoy, desde el poder, quien llegó a ese primer piso por la libre voluntad de la ciudadanía, pretende destruir esa escalera para que nadie más pueda usarla”, afirmó Lorenzo Córdova, expresidente consejero del INE, único orador en el acto de ayer.
López Obrador no puede hacerse sordo ante el reclamo de la plaza. Desde luego, tiene un liderazgo sobre una parte importante de los mexicanos, pero no sobre la totalidad. Él fue elegido para ser mandatario de todos, no de algunos. Hay otra parte, que puede estar en minoría o no –ya lo dirán las próximas elecciones–, pero esos mexicanos, por la salud de la República, necesitan y merecen ser escuchados.
El Presidente no debe seguir desdeñándolos y ofendiéndolos. Quizá no se haya dado cuenta, pero mientras más lo hace, mientras más dice que quienes se le oponen actúan por razones vergonzantes, más crece ese sector. Por algo será.
Buscapiés
*Dejar el asta bandera del Zócalo sin el lábaro patrio fue una ofensa a la nación. La principal plaza de la República no tiene dueño, tampoco la enseña tricolor. Quienes ayer se manifestaron son tan mexicanos como quienes apoyan al Presidente.
*Si alguien debe estar preocupada por el Zócalo lleno es Clara Brugada. Los insultos desde el oficialismo a quienes se reunieron ayer en nada ayudan a la candidata oficialista a la Jefatura de Gobierno a conseguir el apoyo de las clases medias capitalinas. Y las necesita.