Limpiar la casa

| 07 Feb 2024 - 08:25hrs

Faltan sólo 28 meses para que el balón comience a rodar en la fase final de la 23ª edición de la Copa Mundial de Futbol, la primera que contará con 48 selecciones participantes y tres países anfitriones.

Uno de éstos es México. De hecho, la FIFA acaba de otorgarle la distinción de ser sede del partido inaugural, uno de los 13 encuentros del torneo que se disputarán en estas tierras.

Es poco el tiempo para prepararse. Y no me refiero al equipo comandado por Jaime Lozano. Tampoco al remozamiento del Estadio Azteca, que se convertirá en el primero en albergar tres Mundiales. Confío en que ambas cosas estarán listas a tiempo.

No. Me refiero a que México tiene poco más de dos años para dejar de darse a conocer a nivel internacional como un país azotado por la violencia, donde ha sido asesinado un promedio de 94 personas al día durante los últimos cinco años.

Para cualquier nación, un acontecimiento de esa índole es una oportunidad de ponerse en el escaparate del mundo. Para presumir lo que tiene de bueno y generar interés en visitarlo e invertir en él. No cabe duda: México posee cualidades así. Un ejemplo es la extraordinaria capacidad de organizar eventos como la Fórmula 1, y seguramente así será con los partidos del Mundial. Lo malo es que, en los últimos años, han sido más las malas noticias que proyecta el país que las buenas.

No olvidemos, además, que los aficionados y los medios internacionales que cubran la Copa estarán haciendo comparaciones con los otros anfitriones, Estados Unidos y Canadá, igual que sucedió en el Mundial celebrado en Corea y Japón en 2002.

Imaginemos que en vísperas de que se dé la patada inicial en el Azteca suceda una de esas masacres que hemos visto en tiempos recientes. Incluso no es descabellado pensar que los grupos violentos, que ya se han apoderado de amplias franjas del territorio nacional, aprovecharán el reflector que habrá sobre México para mandar mensajes a las autoridades o a sus rivales. Y toquemos madera para que la violencia no alcance a algún visitante.

Ningún país que organiza una competencia de talla mundial quiere verse mal. Incluso el Tercer Reich de Adolfo Hitler se esmeró en proyectar una imagen sanitizada de Alemania con motivo de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. La persecución de los judíos amainó durante algunos meses –sólo para arreciar cuando las delegaciones deportivas se habían marchado– y las autoridades germanas incluso incluyeron a tres atletas con antecedentes judíos en la suya para satisfacer las exigencias del Comité Olímpico Internacional (el caso más recordado es el de la esgrimista Helen Meyer).

Sin embargo, a diferencia del régimen nazi, las autoridades mexicanas difícilmente podrán esconder sus vergüenzas abajo del tapete. Si la violencia criminal fuera algo que se pudiera controlar, así fuera por unos días, eso ya hubiera sucedido. La delincuencia está claramente empoderada y no hay cosa que haga actualmente el gobierno que logre meterla en cintura.

Veremos si el tiempo alcanza para poner a México en la senda del respeto al Estado de derecho. Las autoridades no han sabido hacerlo hasta ahora. Al menos, no han logrado que los mexicanos vivan más seguros. Veremos si de ahora en adelante pueden, así sea sólo para no pasar vergüenzas frente a los espectadores y los socios norteamericanos.

BUSCAPIÉS

*Como no hay mayoría calificada en la actual Legislatura federal, la intención lopezobradorista de transformar a su antojo el Poder Judicial seguramente no prosperará. Pero eso no significa que el riesgo de perder ese contrapeso no se mantenga. En diciembre de 2024, la próxima presidenta podrá proponer a un integrante de la Suprema Corte, para llenar el asiento que deje el ministro Luis María Aguilar. Si es Claudia Sheinbaum, designará a quien ella quiera –como sucedió recientemente con Lenia Batres– y, con ello, el oficialismo tendrá suficientes votos en el máximo tribunal para frenar las controversias y acciones de inconstitucionalidad.