Otra cosa en la que no somos daneses

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 01 Feb 2024 - 10:20hrs

Dinamarca lleva seis años seguidos a la cabeza del índice de percepción de la corrupción que elabora anualmente la organización Transparencia Internacional, luego de desbancar en 2018 a Nueva Zelanda. Sin embargo, eso no quiere decir que los daneses no conozcan de casos corrupción ni que sean inmunes a ella o impolutos.


En noviembre de ese mismo 2018, Britta Nielsen, una contadora que llevaba 40 años trabajando para el Ministerio de Asuntos Sociales, en un departamento que canaliza recursos públicos a personas necesitadas, fue detenida en Sudáfrica con pilas de dinero en efectivo. Había huido de su país luego de que fue detectado un esquema de malversación que le había permitido hacerse ilegalmente de 117 millones de coronas danesas (unos 292 millones de pesos) a lo largo de 25 años.


Fue el estilo de vida extravagante que había adoptado Nielsen el que finalmente delató la estafa. Entre otras cosas le gustaba comprar caballos para su hija. Incluso adquirió un rancho en Sudáfrica, donde fue detenida.


Devuelta a su país, la contadora fue sometida a juicio. Dos años después fue sentenciada a seis años y medio de cárcel.


El caso produjo una fuerte crítica para el gobierno danés –por la tardanza en advertir que algo estaba podrido en el Ministerio de Asuntos Sociales– y porque una alerta por lavado de dinero, lanzada por un banco donde Nielsen depositaba el dinero, no fue atendida por falta de personal. Sin embargo, al final se hizo justicia y los fondos fueron recuperados.


La posición conseguida por Dinamarca en la lista de Transparencia Internacional no tiene que ver con que no haya personas a las que pueda tentar la idea de meter la mano en la alforja del tesoro nacional, sino que ese tipo de delitos, cuando se cometen, tienen consecuencias.


En México, el combate a la corrupción no ha dejado de ser un tema de discusión pública desde hace medio siglo, luego de que se destaparon varios hechos de malversación ocurridos en el sexenio de José López Portillo. Tal fue la indignación pública que el sucesor de éste, Miguel de la Madrid, lanzó un plan anticorrupción denominado Renovación Moral que causó mucha alharaca, pero, al final, no significó cambio alguno.


Sí, varios funcionarios han pisado la cárcel, pero en la mayoría de los casos la motivación ha sido la venganza política y no el resultado de la puesta en marcha de una nueva manera de pensar el servicio público, que inhiba los actos de deshonestidad.


No se trata de crear una especie de hombres y mujeres incorruptibles, sino de reconocer que son propensos a caer en la tentación de aprovechar una posición de poder para su provecho personal y la manera de reprimir ese deseo es saber que la consecuencia ineludible será la sanción social y una pena de cárcel.


¿Por qué está México atorado en la posición 126 de 180 evaluados por Transparencia Internacional? Porque acá la lucha contra la corrupción ha sido y es un simple discurso. Porque partidos gobernantes van y vienen, con el mismo resultado: condenas morales a la corrupción, mientras el dinero obtenido al amparo del poder fluye por abajo de la mesa y, a veces, por arriba de ella.


En México, los únicos que llegan a la cárcel acusados de corrupción –la hayan cometido o no– son los adversarios políticos. Para la deshonestidad en la que incurren aliados y familiares de los gobernantes no hay sanción alguna. Incluso, cuando llegan a grabarlos recibiendo dinero o hablando de sus transas por teléfono.


Haciendo lo que se hace en México, Dinamarca siempre quedará lejos, muy lejos.


 


BUSCAPIÉS


*No hay que ser muy perspicaz para entender que, más allá de la veracidad y la precisión de los señalamientos sobre un presunto financiamiento de la campaña lopezobradorista de 2006 por parte de criminales, la relación entre México y Estados Unidos se encuentra en un peligroso proceso de deterioro, y quizá en su peor momento desde el asesinato del agente Enrique Camarena.

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