¿Suerte?

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

| 30 Oct 2023 - 09:15hrs

La tragedia de Acapulco ha dejado en claro que lo suyo es la grilla, la polarización y el cálculo electoral.


Cualquier otra cosa parece intrascendente en la cabeza del presidente Andrés Manuel López Obrador. Situaciones que salen de su control, como una pandemia o un desastre natural, lo desorientan y desconciertan.


En un video que colgó en sus redes el sábado, para hablar sobre lo que sucede en el puerto, el mandatario dedicó una larga primera parte a hablar sobre sus adversarios políticos, antes que sobre los efectos devastadores del huracán Otis.


“Zopilotean, no les importa el dolor de la gente”, espetó el tabasqueño. “Lo que quieren es dañarnos y lo que quisieran es que hubiese muchísimos muertos para culparnos y sacar ellos provecho, sacar raja; regresar al gobierno, es lo que buscan. Ya es una campaña. Regresar al gobierno, para seguir robando, para seguir saqueando a México”.


Anunció que diario habrá una conferencia –o algo así– para evitar la “desinformación” que, según él, está permeando la cobertura periodística de lo sucedido en Acapulco, donde basta poner delante del micrófono a casi cualquier persona que se encuentre en la calle para escuchar un testimonio acerca de cómo los afectados han sido víctimas de una clara desatención por parte de las autoridades federales, estatales y municipales.


No hay comida, no hay agua, no hay gasolina, no hay luz, no hay seguridad, no hay quien recoja la basura, cuyo mal olor llena el aire, no hay refugios donde se puedan meter quienes perdieron su casa, no hay a quién acudir para pedir información sobre las personas que no aparecen… Tales son algunas de las quejas que se oyen por doquier.


La incomprensión de este implacable fenómeno natural comenzó desde que Otis se acercaba a Acapulco. Hoy está muy claro que no hubo información suficiente para que la población se resguardara. Que el Presidente alegue que él puso un post en la red X advirtiendo del riesgo que representaba el huracán suena más que nada a una coartada.


¿Cuáles son las evidencias de la indolencia o la falta de pericia de las autoridades en aquella noche del 24 de octubre? El viernes pasado le comenté algunas:


Dos secretarios del gabinete estatal, presentes en Acapulco para asistir a una convención minera, no estaban ni medianamente enterados de lo que estaba pasando y acabaron pasando esa noche, igual que centenares de miles de personas, en habitaciones no apropiadas para resistir un huracán, incluso en pisos superiores de hoteles. En la colonia Icacos, a escasas cuadras de la base naval y de un refugio señalado por Protección Civil, hubo personas que murieron en su propia casa. Yo le mencioné dos casos, en la calle 13, que fueron encontradas por el ERUM entre los escombros. Al día siguiente, aparecieron más cuerpos, a poca distancia.


Todavía no conocemos el impacto real de la tragedia en términos de vidas. Pero no es una cuestión numérica, como parece preocupar al presidente López Obrador. El problema es querer enmarcar cualquier acción del gobierno en la necedad del control político, en el esfuerzo por mantener el poder.


“Yo creo que tuvimos suerte”, dijo el viernes el Ejecutivo en su conferencia mañanera. “No fueron tantos” los fallecidos, afirmó. “Afortunadamente, no estamos registrando muchas pérdidas de vidas humanas”, insistió. Imagine usted lo que pensarán de eso los deudos de quienes hubieran podido salvarse –sean cuantos sean, es irrelevante– con haber tenido información para moverse unas cuadras hacia alguno de los refugios. Para ellos no hubo tal “suerte”. Tampoco para quienes perdieron su patrimonio por el pillaje que nadie evitó.


¿Qué hubiera pasado si el Presidente, además de subir su mensaje en redes, hubiera hecho una cadena nacional para avisar, en todos los medios de comunicación, lo que venía?


La acción del gobierno no puede dejarse a la suerte. Hubo falta de prevención. Después, una insuficiente e inadecuada respuesta oficial al desastre que ha dado lugar a la rapiña en tiendas y centros comerciales, y asaltos a automovilistas y en casas, situaciones no vistas en la historia reciente de los desastres naturales que ha enfrentado el país.

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