El huracán no mató a Lucía y Roque: fue la irresponsabilidad

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 27 Oct 2023 - 09:51hrs

El martes 24 por la noche, en un salón del Forum Mundo Imperial de Acapulco, se realizaba una cena de bienvenida para los asistentes a la 35ª Convención Internacional de Minería, organizada por la Asociación de Ingenieros de Minas y Geólogos de México. Entre los asistentes estaban dos secretarios del gabinete de la gobernadora guerrerense Evelyn Salgado Pineda: Santos Ramírez Cuevas, de Turismo, y Teodora Ramírez Vega, de Fomento y Desarrollo.


Presente también en el encuentro estaba mi compañera, colega y paisana Fernanda Familiar, quien conduciría desde allí su programa de Imagen Radio al día siguiente. La cena transcurría sin novedad, cuando ella recibió un mensaje en su teléfono celular en el que la apremiaban para salir del lugar y buscar un refugio. ¿La razón? El impacto inminente del poderoso huracán Otis en la costa del estado.


Alarmada, Fernanda interrumpió la conversación para advertir a sus compañeros de mesa lo que sucedía. Los dos secretarios estatales estaban completamente desinformados y no supieron decir dónde había un refugio. Como la gerencia del hotel tampoco sabía qué hacer, los comensales se fueron a dormir.


Esa misma historia debe haberse repetido en todo el puerto, a juzgar por la gran cantidad de videos que subieron turistas, quienes esperaron el paso de la tormenta en sus habitaciones, muchas de ellas en pisos superiores, donde la fuerza de los vientos del huracán era mucho mayor que a ras de tierra.


¿Cómo podía ser que dos miembros del gabinete estatal estuvieran en Acapulco y nadie en el gobierno guerrerense les hubiera avisado sobre el peligro que acechaba, ya no digamos a los habitantes de Acapulco y de otras partes del estado.


En realidad, no era difícil encontrar la información. Una cuenta en redes sociales, @SkyAlertStorm, venía advirtiendo, desde la mañana del domingo –63 horas antes del impacto–, la trayectoria que seguiría la entonces tormenta tropical Otis. “¡Pendientes de su evolución y trayectoria en costas de Oaxaca y Guerrero!”, urgió.


La misma cuenta fue informando de la rápida evolución del ciclón. A las 12:02 del martes, medio día antes del impacto, cuando alcanzó la categoría 1; a las 15:00, cuando subió a categoría 3, y a las 18:01, cuando se incrementó a categoría 4.


A las 20:09, cuatro horas antes del impacto, dio a conocer que el ojo de Otis estaba a 465 kilómetros del puerto y que estaría “tocando tierra cerca de Acapulco”. Todavía una hora después, cuando aún se hubiera podido organizar una movilización para que habitantes y turistas buscaran refugio, el área de Protección Civil y Bomberos del municipio lanzó su propia alerta, citando información de Conagua: “El huracán Otis ha alcanzado la categoría 5, la más alta en la escala Saffir-Simpson. Se ubica a poco más de 90 kilómetros al sur-sureste de Acapulco”.


Información hubo. Lo que no existió fue una orden de evacuación, como las que vemos en otros países cuando se acerca un huracán. Se dirá, y con razón, que la intensificación de los vientos y el avance de Otis fue extraordinaria. Pero nada justifica que esto no fuera informado de inmediato a todo el gabinete estatal y que éste no se movilizara para prevenir a la población y urgirla a ponerse a resguardo.


Los graves y extendidos daños materiales ocasionados por Otis eran inevitables. No así la muerte de al menos 30 personas por el golpe del huracán (dicha cifra fue proporcionada por el ayuntamiento acapulqueño ayer por la tarde).


Habrá que ver en qué condiciones ocurrió cada deceso, pero la señora Lucía Medel Pérez, de 80 años, y su cuidador, Roque Neri Silva, murieron en la casa de ella, en la calle 13 número 218, de la colonia Icacos. Sus cuerpos fueron sacados de los escombros por elementos del ERUM de la Ciudad de México.


Lo trágico es que ese domicilio colapsado se encuentra a sólo tres cuadras de la escuela primaria Nezahualcóyotl, habilitado como refugio por Protección Civil Municipal, y a sólo seis cuadras de la base de la VIII Zona Naval. Al parecer, nadie avisó a Lucía y Roque lo cerca que estaba su salvación.

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