No normalicemos

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 16 Oct 2024 - 09:08hrs

Que aparezca quemado un vehículo, con tres cadáveres en el asiento posterior, en la autopista México-Puebla, una de las más transitadas del país, muy cerca del arco de seguridad de Huejotzingo, filtro de revisión del tránsito en su ingreso a ese estado.


Que abandonen cinco cuerpos desmembrados –las cabezas por un lado y los torsos por otro– sobre la autopista San Luis Potosí-San Juan de los Lagos, a la altura del municipio de Ojuelos, zona considerada por las autoridades como “tierra de nadie”.


Que en el estado de Oaxaca desaparezcan una activista de derechos humanos y su esposo luego de haber denunciado la existencia de una red de funcionarios que distribuye por mensajería instantánea imágenes íntimas de mujeres indígenas.


Que asesinen a la puerta de su casa al subcomandante operativo de la Agencia Estatal de Investigación en Tecate, Baja California, quien se había encargado de dar seguimiento a una serie de homicidios en ese municipio fronterizo.


Que incendien un verificentro en Celaya, Guanajuato, municipio que es vigilado por la Guardia Nacional, luego del despido de los policías locales, y que un elemento de dicha corporación federal resulte herido por una granada que arrojaron los criminales en su huida.


Que otro ataque con granada ocurra frente a la presidencia municipal de Jerez, Zacatecas, y que, a corta distancia, se haya desatado una balacera afuera de una escuela primaria. Hay cuatro personas heridas en ese pueblo mágico, entre ellas un menor.


Que asesinen y decapiten al alcalde de Chilpancingo, Guerrero –primer homicidio de la máxima autoridad de una capital estatal de la que se tenga memoria–, apenas días después de la ejecución de dos colaboradores cercanos y de haber pedido él mismo protección al estado y a la Federación.



Que ocho días después del crimen anterior maten a otro edil, el de Candelaria Loxicha, municipio enclavado en la Sierra Sur de Oaxaca. Un hombre lo habría apuñalado frente a su casa. Ni por ése ni por el anterior homicidio hay persona alguna detenida.


Que un funcionario de la Secretaría de Hacienda de Chiapas, quien había sido amenazado por un reo recién liberado, sea baleado cuando se trasladaba por Tuxtla Gutiérrez en su vehículo, junto con su hijo menor de edad; ambos murieron.


Que a dos meses y medio de que acabe el año, el número de asesinatos en Sinaloa rebase ya los ocurridos en todo 2023 (584 contra 566). De ésos, más de 200 se han dado en el marco de la guerra desatada entre dos grupos del Cártel del Pacífico.


Que se reúnan en un rancho de Nayarit representantes del Cártel Jalisco Nueva Generación y los Chapitos, para unirse en el combate contra la Mayiza, y que todo mundo lo sepa y las autoridades federales y estatales hagan como que no pasa nada.


Que un productor aguacatero de Patamban, Michoacán, y tres hermanos jornaleros hayan sido asesinados –y sus cuerpos abandonados sobre la carretera Charapan-Ocumicho–, luego de no haber cedido a las crecientes exigencias de extorsionadores.


Que en un pleito entre narcomenudistas se ejecute a un hombre en plena zona hotelera de Cancún, principal destino turístico del país. Semanas antes, esos mismos grupos causaron la muerte de un menor de edad, casi en el mismo sitio, en el fuego cruzado.


No normalicemos hechos como los reseñados arriba, los cuales sucedieron, todos ellos, durante la última quincena. No son parte del paisaje. No nos acostumbremos a vivir entre actos abominables. No nos conformemos con sobrevivir, rogando que nada nos ocurra.


Ni tampoco cedamos a las exigencias del oficialismo y sus corifeos de no ocuparnos de los sucesos violentos, como si con eso se terminaran; como si las víctimas y sus familias no merecieran ser escuchadas, y, peor aún, como si los desparecidos y los asesinados se confabularan para tratar de derruir el “segundo piso de la transformación”.


BUSCAPIÉS


*La única certeza para las inversiones reside en el Estado de derecho, la fortaleza de las instituciones, la claridad de las reglas y que éstas valgan para todos. Lo demás, eventualmente se lo llevará el viento.


 

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