Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 10 Oct 2024 - 09:06hrs
Es un acierto que comience por reconocerse la existencia del problema y, así, se corrija la imprecisión con la que arrancó la administración al afirmarse, en voz de la secretaria de Gobernación, que “el territorio está en paz”.
La mayoría de ejes del programa parece ser la correcta: debe usarse la inteligencia para llevar a los criminales ante la justicia, es necesario establecer cuáles son lugares prioritarios para actuar y tiene que haber coordinación entre las diferentes instancias y niveles de gobierno.
La “atención a las causas” puede ser una medida loable y útil, siempre y cuando no se limite la lista de causas a la pobreza, porque creo que ésta no alcanza a explicar las motivaciones de los delincuentes que representan mayor peligro para la sociedad.
¿O cuál puede ser la justificación de quien le corta la cabeza a un ser humano y la exhibe para transmitir miedo? La impunidad quizá sea la principal causa de crímenes como ése.
También es bueno que se haya esfumado la expresión abrazos, no balazos del lenguaje oficial y que ahora estén a cargo de la estrategia funcionarios como Omar García Harfuch y el general Ricardo Trevilla Trejo –secretarios de Seguridad y Defensa Nacional, respectivamente– de quienes existen buenas referencias en cuanto a sus conocimientos y eficacia.
Dicho eso, quiero hacer tres apuntes: el plan anunciado no habla de comunicación social ni de medición de resultados, y debiera tocar la ola de desapariciones que afecta al país.
Durante el sexenio pasado, las malas noticias en general y las de la seguridad pública en particular fueron minimizadas y hasta se les pretendió desaparecer de la discusión pública. Eso no debe continuar.
Para recuperar la paz, la autoridad tiene que informar con honestidad y precisión. La gente tiene derecho de estar enterada de lo que sucede, dónde existe peligro y cómo se atienden los problemas de inseguridad. Desde luego, sin que esto ponga en riesgo las operaciones contra los delincuentes.
Por otro lado, el éxito de esta estrategia sólo será medible con base en resultados. Si el gobierno, como se hizo en el periodo pasado, quiere interpretar la información a su conveniencia –sobre los homicidios, por ejemplo–, no estará contribuyendo a resolver los problemas sino sólo a ocultarlos.
Esta semana, al referirse a un crimen atroz contra un iluminador de cine, cometido presuntamente por parte de un colega, el impresentable gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, afirmó que los involucrados no eran artistas y que no había sido un problema de inseguridad, sino personal, como si ya con eso pudiera respirar tranquila la sociedad.
Tampoco sirve hacer las cosas sólo para tomarse la foto o salir en los periódicos y noticiarios, máxime cuando la delincuencia, fuertemente armada, siempre tendrá una capacidad mediática superior. Respecto de las desapariciones, debe haber una estrategia concreta para atacar ese crimen y buscar a los ausentes, y dejar de descargar la responsabilidad sobre los hombros de los colectivos.
En suma: de nada sirve ocultar o maquillar los hechos, pues eso no cambia la realidad, y la única manera de distinguir entre éxito y fracaso de esta estrategia serán los números fríos y que la gente se sienta segura de salir a la calle, algo contrario a lo que, por cierto, sucede hoy en Culiacán.
BUSCAPIÉS
Al condenar el artero ataque contra las instalaciones del Inai, la presidenta Sheinbaum dijo ayer que la transparencia continuará a pesar de que pronto pueda extinguirse por ley ese instituto. Una manera de demostrar dicha disposición es aclarar el mal uso de los recursos del programa La Escuela Es Nuestra, que su gobierno ha decidido mantener. En diversas partes del país, comités de padres de familia denuncian que hubo quien se quedó con el dinero destinado a mejorar la infraestructura de los planteles o que las obras se encargaron a familiares y amigos de quienes decidieron el destino de los recursos.