Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 27 Sep 2024 - 09:26hrs
El presidente y CEO de Microsoft, Satya Nadella, vino a México esta semana para anunciar una inversión de mil 300 millones de dólares destinada a mejorar la infraestructura de inteligencia artificial y promover habilidades digitales, con el objetivo democratizar el acceso a estas competencias y alcanzar a cinco millones de personas.
La visita del ingeniero y empresario de origen indio de ninguna manera pasó inadvertida. Entre otras razones, por la extraordinaria entrevista que le realizó mi compañero Rodrigo Pacheco, en la que tuvo palabras de aliento para México, como su opinión de que este país tiene con qué ser una potencia.
Sin embargo, nada de eso mereció un solo comentario en la conferencia mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien perdió así la oportunidad de presumir el anuncio como un ejemplo de que los inversionistas internacionales no han pedido la confianza en México.
¿Difícil de entender? No tanto, si uno considera que la comunicación gubernamental en este sexenio –concentrada en la conferencia presidencial– se ha dedicado sobre todo a reñir con los “adversarios” de López Obrador, incluyendo a medios de comunicación y periodistas.
Hoy es la última de esas conferencias, que se convirtieron en el principal o casi único acto de gobierno. No fue poco frecuente que la mañanera constituyera el solitario momento del día en que se dejaba ver el mandatario durante la semana laboral.
El próximo lunes, último día de su gobierno, estará en el mismo salón Tesorería de Palacio Nacional, donde se han realizado las mañaneras, pero el acto tendrá un formato distinto. Está previsto que dé un “informe”, sin preguntas ni respuestas. Se dice que habrá grupos musicales, se servirán tamales y el mandatario rifará un reloj entre los asistentes más asiduos a las conferencias, no todos ellos reporteros.
Así, llegará a su fin la relación más tóxica que ha existido en la historia moderna de México de un Presidente de la República con los medios de comunicación.
Muchas veces me han preguntado si ha hecho mella en mi ánimo haber sido señalado varias veces en las mañaneras, siempre para denostarme. Mi respuesta invariable es que no, y eso es porque a ningún Presidente con el que me ha tocado trabajar como periodista le ha gustado nuestro trabajo –cuando se hace como debe ser, claro– y por eso veo normal la molestia presidencial y no me acongoja.
La diferencia de este sexenio respecto de otros es que López Obrador ha ventilado públicamente su acritud, con lo que muchas veces ha puesto en riesgo a los comunicadores, en un país que es, de por sí, el más peligroso del mundo para ejercer este oficio.
Aunque mi expectativa respecto del próximo gobierno es que tampoco le gustará el trabajo que realizamos los periodistas, confío en que habrá un estilo diferente, tolerante o al menos más sensible hacia la crítica.
Si me equivoco, no será la primera vez. Pero pienso que sería un error prolongar el clima de animadversión que ha existido contra los medios durante el sexenio que está por concluir, pues el nuevo gobierno se privaría de un elemento de medición de su desempeño, algo que evidentemente hizo falta al gobierno actual, a juzgar por el final tan caótico que ha tenido este sexenio, en el que el propio López Obrador ha tenido que reconocer su incapacidad de alcanzar las metas que él mismo se fijó.
En todo caso, yo seguiré en lo mío, en hacer periodismo. López Obrador se va, yo me quedo. No será la primera vez que vea a un Presidente empacar y marcharse. Y creo que no será la última.
*El artículo 105 constitucional dispone las leyes electorales deben promulgarse y publicarse por lo menos noventa días antes de que se inicie el proceso electoral en el que vayan a aplicarse. Si el INE ya declaró iniciado el proceso para las elecciones de juzgadores en 2025, quiere decir que la reforma judicial no podrá contar por ahora con leyes secundarias para dichos comicios. ¿Acaso estarán pensando en realizarlas con base en puros reglamentos?