Ucrania y México: distintas actitudes frente a la agresión

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 17 Sep 2024 - 09:15hrs

Son conflictos de diferente naturaleza y origen, pero, a fin de cuentas, ucranianos y mexicanos son víctimas de un conflicto armado en su propio territorio. Los primeros viven una agresión que llegó desde fuera: la ambición de Rusia por expandir su territorio y restaurar su pasado imperial. Para los segundos, la violencia surge en casa: la lucha de los cárteles de la droga por ampliar su negocio criminal.


Para un país y otro, el saldo es de centenares de miles de muertos. En ambos casos, la población civil es un obstáculo que se encuentra entre los agresores y su objetivo. Las diferencias principales tienen que ver con la manera en que la autoridad constituida ha decidido contrarrestar la violencia que afecta a la población.


Los cálculos que se hacían justo antes de la intervención rusa a gran escala es que el Estado ucraniano no resistiría la acometida de uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Incluso muchos expertos esperaban que las fuerzas de Moscú tardarían semanas, si no es que días en tomar la capital ucraniana e imponer a un gobierno títere. Sus instituciones —explicaban— eran demasiado jóvenes, habiéndose independizado el país sólo tres décadas atrás. Alegaban que el ejército ucraniano estaba desorganizado y arrastraba la corrupción e ineficacia del periodo soviético.


Quizá había razones que sustentaban dicho análisis, pero el gobierno de Volodímir Zelenski no se quedó cruzado de brazos ante la invasión y ha plantado cara al vecino, que es cuatro veces más grande en población, seis veces más grande en territorio y 40 veces más grande en términos de su PIB.


De México se ha venido diciendo lo contrario: que el Estado mexicano es incomparablemente más fuerte que las organizaciones criminales, al punto de que éstas no pueden competir con él. También hay motivos para dar por bueno ese análisis. Las instituciones mexicanas tienen una burocracia y un presupuesto enormes, así como décadas de experiencia.


¿Pero cuál es el resultado del reto que las organizaciones criminales han lanzado al Estado? Pues que hay franjas crecientes del territorio donde la autoridad formal ya no manda y donde la criminalidad cobra los impuestos en la forma de extorsión, incluso ha tomado en sus manos la realización de actividades benéficas y hasta la creación de fuentes de empleo.


Eso sucede en regiones de Sinaloa, Chiapas, Michoacán, Guerrero, Jalisco, Guanajuato, Nuevo León, Tamaulipas, Morelos, Puebla, Estado de México y Zacatecas, entre otras entidades. En los primeros dos, miles de habitantes han tenido que encerrarse en días recientes por miedo a quedar en el fuego cruzado de grupos delincuenciales, sin que las autoridades federales y locales los ayuden. Es más, la principal reacción del gobierno ha sido negar los hechos.


¿Cuál es la diferencia con Ucrania en ese sentido? Ciertamente, una parte del territorio ucraniano está ocupada por el invasor y otra más es blanco de ataques diarios con drones, obuses de artillería y misiles. Sin embargo, el gobierno ucraniano no sólo no niega estos hechos, sino los denuncia vehementemente. Además, ha puesto en marcha —con el apoyo de otros países— un sofisticado sistema de defensa que ha logrado derribar buena parte de los proyectiles y aeronaves que Moscú lanza contra sus ciudades y sus posiciones militares.


Cada vez que Rusia intenta un nuevo bombardeo —que es muy a menudo—, los civiles son alertados mediante una sirena para que acudan a los refugios.


En el caso de México, ¿en manos de quién está la defensa de la población? En el Valle de Culiacán y en la sierra de Chiapas, ¿quién está pendiente de lanzar alertas?


Esas labores preventivas las tiene que hacer la propia ciudadanía, a veces mediante cadenas en WhatsApp, llamando a la gente a quedarse en su casa mientras los criminales ajustan cuentas entre ellos, como si fuera un capítulo de La Purga. Y eso es porque el gobierno —por indolencia, incapacidad o colusión con el crimen— es parte fundamental del problema.

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