Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 11 Jun 2024 - 08:30hrs
Los resultados de las recientes elecciones para el Parlamento Europeo provocaron el júbilo de los partidos ganadores (centro derecha y extrema derecha) y fuertes reacciones entre los derrotados (liberales e izquierdistas). Entre estas últimas, la caída del gobierno de Bélgica, la convocatoria a elecciones legislativas anticipadas en Francia y la renuncia de la dirigente del partido español Sumar.
En México, de la derrota aplastante de la oposición el pasado 2 de junio, ningún líder partidista ha acusado recibo. Ni el panista Marko Cortés ni el priista Alejandro Moreno ni el perredista Jesús Zambrano creen que los resultados los afecten personalmente. Por parafrasear a una exdirectora del Metro capitalino, al cabo que sólo son los presidentes de esas organizaciones políticas.
Lo malo para ellos es que hay antecedentes. El entonces jefe nacional panista Germán Martínez renunció a su cargo por el mal desempeño de su partido en las elecciones intermedias de 2009, y lo mismo habían hecho la dirigente perredista Rosario Robles, por el mismo motivo, luego de las de 2003, así como el líder priista Manlio Fabio Beltrones, después de los comicios para renovar 12 gubernaturas en 2016.
Ninguno de ellos buscó justificarse y permanecer en el cargo como hoy lo hacen Cortés, Moreno y Zambrano, alegando, como si los militantes de sus respectivos partidos se chuparan el dedo, que tienen que quedarse y dar la cara por el desastre. Ésas son pamplinas. No es relevante en este caso que el PAN esté frente a un cambio de dirigencia ni que el PRD vaya a perder el registro. La renuncia de los tres personajes debiera ser el primer paso en la reconversión de esos partidos, que ya le dicen poco o nada a la sociedad mexicana.
Tengo la impresión de que incluso mantener sus siglas sería un error. El 2 de junio quedó evidenciado que esas marcas, que han perdido millones de votos en los últimos 12 años, ya las chupó el diablo. Tienen una connotación francamente negativa y no veo el modo de recomponer eso. Si esos partidos tuvieron votos en las pasadas elecciones, fue más por el movimiento ciudadano que respaldó a la candidata Xóchitl Gálvez y por el rechazo que provoca el lopezobradorismo en un segmento de la ciudadanía que por el valor intrínseco que tienen azules, rojos y amarillos.
La mejor apuesta que pudieran hacer PAN y PRI es poner su registro electoral para construir algo totalmente nuevo en torno de las demandas que tienen los mexicanos que no se sienten representados por Morena y sus aliados. Quizá un partido de centroderecha y uno de centroizquierda nuevos, sin la influencia de las personas y los grupos que han dominado al PAN y al PRI por tanto tiempo.
Yo sé que es mucho pedir y que no lo harán. Si tuvieron la desvergüenza de reservarse las mejores candidaturas para ellos, esos dirigentes no van a ceder su pequeño coto. Sin la política, no sabrían hacer otra cosa. Necesitan seguir cobrando. Lo que quizá no toman en cuenta es que sus marcas —lo digo por el PAN y el PRI— se irán muriendo poco a poco. Les espera, en un plazo no tan largo, la suerte del PRD, un partido que llegó a tener una tajada importante del electorado y hoy está liquidando a sus trabajadores.
Alguien, no ellos, jugará en un futuro no tan lejano el papel que corresponde a la oposición. Ésta es, sin duda, indispensable, considerando la concentración de poder que ha echado a andar el lopezobradorismo y la visión anquilosada que tiene ese movimiento político sobre la economía y muchos otros temas. Quizá sea un partido creado por grupos ciudadanos. Quizá sea Movimiento Ciudadano, si logra abjurar de la falta de congruencia que siempre toma por asalto la política. En el caso de MC, eso significaría que Dante Delgado se haga a un lado, como se comprometió a hacerlo si su partido sacaba menos votos que la coalición PAN-PRI-PRD.
Insisto, la oposición es necesaria. Hoy más que nunca, ante la cuasi unanimidad que representa el oficialismo. Sólo que ninguno de los actuales partidos, con sus ataduras y compromisos, está a la altura de cumplir ese papel.