¿Otro sexenio sin diálogo?

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 30 May 2024 - 08:55hrs

Una característica de la polarización que se ha dado en el periodo presidencial que está por terminar es la falta absoluta de diálogo entre el gobierno y la oposición.

 

El presidente Andrés Manuel López Obrador nunca se ha sentado con los dirigentes de los partidos distintos al suyo. Y cuando, a la llegada de Adán Augusto López a la Secretaría de Gobernación, parecía que se daría una mesa de discusión con los liderazgos opositores, ésta se canceló de forma abrupta.

 

Es más, en diversos momentos el mandatario ha preferido que se rechace una iniciativa suya enviada al Congreso a tener que negociar y ceder. Así lo ha dicho públicamente.

 

¿Cuáles serían las posibilidades de que las cosas sean distintas ante la eventualidad de que Claudia Sheinbaum, la candidata de López Obrador, gane la elección del domingo y llegue a la Presidencia?

 

 

Habría que verlo. Sin embargo, a juzgar por lo que sucedió en su paso por la jefatura delegacional de Tlalpan (2015-2017) y la jefatura de Gobierno capitalina (2018-2023), Sheinbaum no es más proclive al diálogo de lo que ha sido López Obrador.

 

El diputado panista Luis Chávez García, quien en esta elección busca refrendar su escaño en el Congreso de la Ciudad de México, fue miembro de la última Legislatura de la Asamblea capitalina y coincidió en el tiempo con la gestión de Sheinbaum en Tlalpan. Representaba al distrito 40, ya desaparecido, que abarcaba la zona rural del sur de la capital.

 

“En dos ocasiones busqué a la jefa delegacional para plantearle problemas”, relata. “La primera fue para que se clausurara la plaza Gran Terraza, en Coapa, que estaba dañando las casas de los vecinos. La segunda fue por un proyecto hidráulico con el que estaban inconformes los habitantes de Santo Tomás y San Miguel Ajusco. Nunca quiso recibirme”.

 

 

Por eso, cuando en noviembre de 2016 la entonces jefa delegacional acudió a la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública de la Asamblea Legislativa, para hacer su solicitud de presupuesto, Chávez y otros diputados le dieron la espalda porque, dijeron, ella había hecho lo mismo con los afectados.

 

Ya estando al frente del gobierno capitalino, Sheinbaum recibió una carta del dirigente capitalino del PAN, Andrés Atayde.

 

“Básicamente, le escribí para darle la bienvenida al cargo. Yo también acababa de asumir la dirigencia del partido y me interesaba que, al margen de nuestras diferencias de visión, tuviéramos espacio para dialogar. La carta se quedó sin respuesta”.

 

Durante el primer trienio del gobierno de Sheinbaum, el diálogo con el PAN fue inexistente, “pero al menos había respeto”. En el segundo, después de que la oposición arrebató a Morena varias alcaldías en la elección de 2021, “la cosa se puso peor, porque empezó la persecución”, cuenta Atayde.

 

El dirigente panista se refiere a los procesos abiertos ante la Fiscalía General de la Justicia capitalina contra varios cuadros de su partido por el esquema conocido como Cártel Inmobiliario. Sheinbaum también dejó de visitar las alcaldías que había ganado la oposición, agrega Atayde.

 

Tampoco hubo invitación al líder opositor para asistir a los informes de gobierno, “como sí sucedía con su antecesor, Miguel Ángel Mancera”. Y cuando el oficialismo buscó dar otro periodo a la fiscal Ernestina Godoy –ya con Martí Batres como jefe de Gobierno sustituto–, “vinieron amenazas contra nuestros legisladores en el Congreso de la Ciudad de México para que votaran a favor”.

 

La esencia de la gobernabilidad democrática es el diálogo. Claudia Sheinbaum ha dicho en campaña que su movimiento representa la “verdadera democracia” y que ella quiere “gobernar para todos”. Sin embargo, su experiencia como gobernante en la Ciudad de México manda señales en otro sentido.

 

La próxima Presidenta –se llame como se llame– deberá reconocer la pluralidad política de México a riesgo de que el país viva otro sexenio en el que los pleitos políticos entorpezcan las soluciones a los grandes problemas nacionales, como la inseguridad. Éstos sólo podrán resolverse mediante el consenso.

 

Durante cinco años y medio probamos el todo o nada, y el saldo es francamente negativo.

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