“¡No me quiero morir!”

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 23 May 2024 - 10:09hrs

El puerto tabasqueño de Dos Bocas fue el lugar que eligió el presidente Andrés Manuel López Obrador para construir una de las obras insignia de su gobierno: la refinería Olmeca.

 

El viejo atracadero de los conquistadores españoles ya había sido convertido en terminal de usos múltiples por Petróleos Mexicanos, a principios de los años 80, pero fueron las obras de la refinería las que realmente alteraron su aspecto físico, así como la vida cotidiana de sus habitantes.

 

La laguna y sus manglares desaparecieron para dar lugar a una enorme base de cemento, sobre la que se comenzó a construir la nueva instalación, cuyo costo inicial se calculó en ocho mil millones de dólares, aunque ya se ha erogado el doble.

 

Cuatro años y nueve meses después de que se inició la obra, y a casi dos años de su inauguración, la refinería no produce un solo litro de gasolina, pero muchos pescadores han perdido su sustento, pues ya no hay ostión donde solían encontrarlo; la mayoría de las nuevas fuentes de empleo fueron ocupadas por personas ajenas al lugar; el costo de la vida se encareció, y hasta el agua potable ha faltado.

 

 

Total, que para los habitantes del municipio de Paraíso, donde se ubica Dos Bocas, la cotidianidad se volvió un infierno. Imagínese lo que sienten al escuchar que Rocío Nahle, quien pasó por ahí, como encargada de la construcción de la refinería, se fue para Veracruz con las bolsas hinchadas de dinero.

 

El efecto pernicioso más reciente ha sido la inseguridad. En los últimos dos meses han ocurrido cosas que los paraiseños sólo habían conocido en las películas. Presuntos huachicoleros han sembrado el terror con robos a mano armada, actos de extorsión y enfrentamientos entre bandas criminales.

 

El 22 de marzo pasado se dio un asalto, una balacera y una persecución posterior, sobre el bulevar Antonio Romero Zurita, que dejaron dos muertos y un herido.

 

 

El 25 de marzo aparecieron seis cuerpos maniatados, con huellas de tortura y el tiro de gracia, a unos pasos del fraccionamiento Blanca Mariposa, en Ejido Oriente San Cayetano. 

 

El 7 de abril, tres personas fueron asesinadas cuando se encontraban fuera del restaurante El Patillas, en Ranchería Libertad. Dos días después, fue asesinada una joven de nombre Rosa Isela, de 17 años de edad, estudiante del Cobaes plantel 54, cuyo cuerpo calcinado apareció en un predio conocido como El Hormiguero.

 

El 19 de abril ocurrió un ataque armado contra una persona que fue identificada como funcionario del ayuntamiento. La agresión comenzó frente al plantel número 10 del Conalep, sobre la carretera Paraíso-Puerto Ceiba. Aunque el servidor público logró ponerse a salvo, los criminales iban disparando en su huida, provocando el pánico entre los pobladores de la colonia Quintín Arauz.

 

El martes pasado, por un video que se hizo viral en las redes sociales, nos enteramos de que un jovencito de 12 años de edad, de nombre Dante Emiliano, se interpuso entre su madre y un grupo que pretendía secuestrarla, de acuerdo con una versión de los hechos. El menor habría forcejeado con los delincuentes y recibió un balazo en el costado izquierdo.

 

Luego de que los agresores escaparon, varios residentes se acercaron para ayudar al menor, quien, tendido sobre la banqueta, se dolía y exclamaba: “¡No me quiero morir!”. Aunque fue llevado a una clínica local, murió antes de que pudieran darle ayuda.

 

Sobre el caso hay otras líneas que la fiscalía estatal investiga.

 

En menos de un lustro, Paraíso se transformó para mal. El estado natal del presidente López Obrador lleva casi 300 homicidios dolosos en lo que va de este año, con 67 ocurridos en marzo; 105 en abril, y 54 en lo que va de este mes, de acuerdo con datos del reporte diario del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

 

“¡No me quiero morir!” fue el último grito de un niño que tuvo que defender a su madre de quienes intentaban secuestrarla porque la autoridad ha permitido que reinen el crimen y la descomposición social en ese nuevo infierno llamado Paraíso y porque no hubo un solo policía que acudiera en su rescate.

 

Es un grito que retrata la angustia que se vive, no sólo en Tabasco, sino también en muchas partes de este país.

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