Chiapas: una guerra no reconocida

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 15 May 2024 - 08:54hrs

El 8 de abril pasado, Yojari Belén Solís Arriola, una estudiante de 18 años de edad, viajó con su familia de Chicomuselo a Frontera Comalapa, para asistir a un mitin de campaña del aspirante oficialista a la gubernatura de Chiapas, Eduardo Ramírez Aguilar.


Su propósito no era sumarse a la cargada del candidato, sino comunicarle la desesperación de los pueblos de la Sierra Madre de Chiapas con la violencia que han protagonizado grupos criminales en la zona y que ha provocado el desplazamiento forzado de centenares de personas.


Este lunes, hombres armados entraron en el ejido Nueva Morelia, de Chicomuselo, e irrumpieron en diversas casas. De acuerdo con información del diario El Impacto, de Comitán de Domínguez, una de ellas fue la de Yojari. Allí mismo mataron a la joven, quien era alumna del plantel 258 de la EMSaD (Educación Media Superior a Distancia).


La Fiscalía de Chiapas dio a conocer que once personas fueron asesinadas en el ataque. “El Grupo Interinstitucional, a través del fiscal del Ministerio Público de Chicomuselo, realizó el levantamiento de los cuerpos, haciendo un reconocimiento médico de los mismos y efectuando la diligencia de identificación de cadáveres con los familiares”, dice el breve comunicado de la dependencia.



Dos de las víctimas estarían ligadas con la iglesia católica, de acuerdo con fuentes de la diócesis de San Cristóbal de las Casas.


No queda claro qué grupo delictivo cometió los homicidios, pero los hechos ocurrieron en el contexto de un enfrentamiento entre El Maíz, una organización asociada con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), y el Cártel de Sinaloa (CS). La batalla por el control de Chicomuselo comenzó el viernes pasado y provocó daños a la infraestructura de la CFE, por lo que miles de pobladores se encuentran sin luz.


Hasta 2022, el CS dominaba esa región fronteriza con Guatemala. Cuando apareció el CJNG para disputarle el tráfico de drogas y de migrantes, diversos pueblos quedaron atrapados en el conflicto.


 


 



Los habitantes han sido obligados por los delincuentes a poner retenes en los caminos e informar sobre los movimientos de los rivales. La única alternativa de esos pobladores ha sido dejar sus casas y convertirse en desplazados.


Desde enero, cuando la rivalidad de los grupos criminales se hizo evidente –con su cauda de desapariciones, asesinatos, extorsiones y bloqueos de caminos–, diversas comunidades de Chicomuselo, como Nueva América, Puerto Rico y Nuevo Chejel, comenzaron a vaciarse.


La información fragmentada sobre los recientes hechos de violencia en Chicomuselo habla también del incendio de poblados por parte de los delincuentes. Entre ellos, San Francisco, Las Palmas, El Rosario y Las Brisas.


La situación de inseguridad en la Sierra Madre de Chiapas no ha hecho sino descomponerse. Sólo podemos imaginar el reto de celebrar elecciones en Chicomuselo y municipios aledaños en menos de tres semanas.


“¿Por qué no se pronuncia claramente sobre la guerra en Chicomuselo?”, le preguntaron ayer al gobernador Rutilio Escandón desde la página de Facebook de Frontera Comalapa.


“¿Por qué no le pasa el reporte de la masacre a AMLO y le pide ayuda para que haya tranquilidad? ¿Por qué trata de ocultarlo? (…) ¿Por qué, señor gobernador? Aquí en Frontera Comalapa y en Chicomuselo la situación ya se salió de control.


“Usted sólo manda a los militares, a la Guardia Nacional y demás cuerpos policiacos a dar un rondín. Así no son las cosas. De nada sirve que sólo vengan a tomarse la foto, o a pasear por unos pocos días, si después dejan indefensa a la población civil”.


Ayer, las redes sociales se llenaron de fotos de Yojari Belén, la joven indígena de trenzas que soñaba con ser maestra. Y, con ellas, de expresiones de enojo de chiapanecos que se saben abandonados, en medio de un conflicto armado no declarado ni reconocido por el control de una región en la que claramente ya no manda el Estado mexicano.

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