Primer encuentro laboral

Tinta y tinte de una mujer

Valeria Aime Tannos Díaz

.

| 23 Ene 2024 - 08:21hrs

Entré a mi primer trabajo formal cuando tenía 22 años. Sin saber mucho del mundo laboral decidí entrar a una dependencia de gobierno en la que aparentemente no me iría tan mal, sin el conocimiento de cómo era la vida en esos lugares tomé la decisión de aceptar una “buena oferta”.


 


Como todos los que entran a un trabajo, hacen una entrevista general para conocer el perfil de los aspirantes, no olvido que la primera pregunta que se me hizo fue si pensaba tener hijos pronto, si tenía pareja, si vivía con él y acerca de mis pensamientos de crear una familia.


 


Otra pregunta obligada fue acerca de mis preferencias políticas, algo muy tramposo, pues se sabe que las dependencias de gobierno siempre están ligadas con partidos políticos.


 


De todas las preguntas incomodas la que más llamó mi atención fue la de si quería tener hijos en el futuro. No sé si a los hombres les hagan ese tipo de preguntas, pues no importa si a lo largo del trabajo ellos se vuelven papás; al final  no tendrán que ausentarse por embarazarse y el patrón no estará obligado a darle incapacidad durante y después del embarazo.


 


Recuerdo la emoción que sentí al entrar al mundo laboral y tener mi dinero para mis cosas (viviendo todavía con mis padres) podía ir a tomarme un café o al cine sin pedirle nada a mis papás. El primer mes realmente fue el trabajo soñado, el horario era bueno y la carga de trabajo era considerable pero no inhumana.


 


Al llegar mi primer pago empezó lo malo de la situación, me pedían el 10% de lo que ganaba en efectivo para dárselo a mi jefe. Hasta la fecha sigo sin saber en qué se ocupaba ese dinero, pero sé que a todos nos lo pedían. Cada mes se hacía lo mismo.


 


Tuve problema con eso, pero tenía 22 años y era mi primer trabajo formal.  Los problemas aumentaron cuando empezó el acoso. Rodeada de tantos oficinistas empezaron las faltas de respeto. No importaba mi licenciatura, ni mi maestría, no pasaba de ser “la señorita” o “la muchacha”.


 


Se me llegó a juzgar por mi forma de vestir (pues en eventos “políticos” o importantes pedían que las mujeres fuéramos de vestido y que nos viéramos “más bonitas” que de costumbre)


 


La cosificación también se hacia presente en reuniones con personas importantes. Jamás recibí apoyo ni de recursos humanos ni de nadie por el acoso tan grotesco que recibía.


 


Está de más decir que ese acoso venía de los jefes y de aquellos que se sentían protegidos por esos mismos jefes. Dentro de esa dependencia me di cuenta del machismo y la desigualdad que pasamos muchas compañeras.


 


Se nos trataba siempre de manera diferente y nuestras ideas pocas veces eran tomadas en cuenta, la mayoría de los encargados de área eran puros hombres. Fueron casi dos años de malas experiencias. Abusos, acoso, robo y, de vez en cuando, gritoneadas que pasaban a ser faltas de respeto.


 


Finalmente decidí dejar ese trabajo y me di cuenta de que los malos tratos en parte eran por ser una mujer joven “inexperta” en asuntos básicos.


 


Con el paso de los años noté que esa situación la viven miles de mujeres. De acuerdo con el Foro Económico Mundial en su índice Global de Brecha de Género, el 2023 cerró en México con 76% de mujeres que viven con discriminación en los trabajos.


 


A pesar de que el acoso laboral está regulado en la Ley Federal del Trabajo, por experiencia propia sé que es un tema al cual  (en algunos lugares) no le prestan demasiada atención, sobretodo si ese hostigamiento es por parte del jefe o de personas cercanas a ese poder.


 


No le debo nada a ese primer encuentro laboral. Tuve mucha suerte al poder salir de ese ambiente tan tóxico, pero no todas las mujeres tienen esa suerte, por eso les invito a mis lectores a reflexionar sobre un tema por el que la mayoría de las mujeres (y mujeres jóvenes) hemos pasado.


 


Nosotras también tenemos derecho a desarrollarnos libremente en lo laboral y en salir adelante sin ser juzgadas, cosificadas, discriminadas y sin ser tomadas en cuenta para dar nuestra opinión; y a los jefes los invito más a reflexionar cómo es su comportamiento con las mujeres que trabajan con ellos.


 


 

Más entradas de Tinta y tinte de una mujer