Tinta y tinte de una mujerValeria Aime Tannos Díaz |
| 19 Dic 2023 - 09:33hrs
Recuerdo que hace un par de meses leí un artículo de CNBC sobre cómo las mujeres tienen más predisposición que los hombres para consumir el contenido llamado “true crime”, o “crimen real”, un género de entretenimiento que aborda casos reales de crímenes, a menudo en libros, documentales, series de televisión o podcasts.
Apenas hace un par de años surgieron series “Dahmer” o películas como “Durmiendo con el asesino” donde actores como Evan Peters o Zac Efron interpretaban a asesinos en serie.
Resulta obvio que no a todas las mujeres les gusta más el “crimen real” que a los hombres. Yo, por ejemplo, no consumo ese tipo de contenido. Sin embargo, juzgando por las redes sociales, hubo muchas personas que sí lo consumieron.
Si tuviera que aventurar una primera hipótesis de qué es lo que nos atrae sobre esos temas, diría que esto se debe, en gran medida, a que la mayoría de las víctimas de los delitos violentos interpersonales son mujeres (esto incluye los asesinatos en serie)
Ya desde la época del infame asesino “Jack el destripador” (a quién solo menciono así para que sea ubicado), cuyos asesinatos repercutieron en el interés de la gente y, en cierta medida, sentaron las bases para el desarrollo del género del “crimen real”, las victimas eran mujeres que trabajaban como prostitutas.
Según el Dr. A. Egger, profesor de Justicia Penal de la Universidad de Illinois y autor de una base de datos de 600 asesinatos en serie, el 73% de las victimas son vagabundos, prostitutas, inmigrantes, homosexuales, mujeres solas, ancianas o pacientes de hospital. Es decir, grupos vulnerables. Basta dar una “googleada” para darse cuenta de ello.
Esto me lleva a mi seguna hipótesis: la ilusión de que estamos siendo educadas en cómo actúan estas personas a fin de saber cómo podríamos salvarnos, en caso de que algo así nos ocurriera a nosotras.
Algunos argumentan que los productos más nuevos de “crimen real” han tenido un giro en la forma en que se narran las historias, dejando de mostrar a los asesinos como genios fríos y calculadores, o los aspectos forenses de los crímenes, para enfocarse en los sentimientos de las víctimas y sus historias.
Esto, sin embargo, ha generado un debate sobre la ética de este tipo de contenido. ¿Es moralmente correcto lucrar con el dolor ajeno?, ¿es moralmente correcto consumir este tipo de contenido?, ¿existe una forma moralmente correcta de producir este tipo contenido?
En todo caso, este tipo de contenido existe y se consume.
En México también tuvimos a un asesino en serie que, como el inglés, asesinaba prostitutas, pero a diferencia de aquel, este no solo fue capturado y detenido (sin auto de formal prisión, como es común en México) sino que luego de su presunta rehabilitación, y posterior amnistía otorgada por el entonces presidente Luis Echeverría, fue ovacionado en la Cámara de Diputados federal.
Pero no hace falta irnos tantos años atrás. Apenas hace 5 años conocimos de un asesino, cuyo interrogatorio fue irresponsablemente difundido en redes sociales, donde este tipo soltó una incomprensible verborrea para justificar su misógina.
Y creo que ese el meollo del asunto: si se consume este tipo de contenido, hay que ser conscientes de que este tipo de crímenes ocurren porque existe detrás de ellos todo un caldo de cultivo ideológico y práctico que permite sucedan.
Autoridades incompetentes que no hacen su trabajo, una cultura machista que promueve a la mujer como un accesorio, un racismo del que apenas se ha empezado a hablar con seriedad.