Tinta y tinte de una mujerValeria Aime Tannos Díaz |
| 31 Oct 2023 - 09:02hrs
Hace unos días estaba en mi tiempo de ocio y vi un video en el que un hombre ponía dos imágenes de mujeres, comparándolas por su cuerpo; el vestido que llevaban puesto, lo que él haría con una y con la otra y lo que carecía una de ellas, que le sobraba a la otra mujer, según su criterio.
En ese mismo rato vi otro video en el un hombre daba consejos para las mujeres que no cumplen con los estándares de belleza. Hablaba de lo podrían hacer para “ligar” en una noche de antro. En el tema de ese video se metía una frase que me pareció muy curiosa: “romper el pacto”.
Ese pacto que hacen muchos hombres y mujeres para juzgar a otras personas, específicamente por los videos que vi, en los que un hombre juzga a las mujeres que no cumplen con el estereotipo de belleza, o aquellas a las que “aconsejan” a quedarse al final de la fiesta y a llevar siempre dinero porque ellas deben pagar para recibir atención.
Esos hombres se sienten con el derecho de juzgar también a las mujeres que no están a su servicio, porque es bien sabido que el hombre machista promedio nos sexualiza y nos cosifica cuando cumplimos sus estándares, y también lo hace cuando no cumplimos esos estándares. Al fin de cuentas, a la mujer que no cumple con esos parámetros, se les trata como si la sociedad le hiciera un favor al fijarse en ella.
Parte de la idea de romper el pacto es justo dejar atrás todos esos prejuicios por nuestro tipo de cuerpo, nuestra vida sexual, nuestras decisiones profesionales, nuestras decisiones respecto a la maternidad y hasta nuestras decisiones de acuerdo con cómo nos vestimos.
Por otro lado, también existen todavía mujeres (ya las menos) que quieren seguir con ese sistema en el que únicamente salimos perjudicadas nosotras mismas, y me parece muy peligroso seguir con ese discurso que les sigue dando poder a ellos.
Parte importante para romper ese pacto es dejar de compartir esos videos, dejar de reírnos por los chistes estereotipados que hacen, dejar de seguirles la corriente para no tener problemas con ellos; dejar de replicar esos comportamientos.
Se trata de no seguir replicando lo que hacen los hombres cis género que todavía se sienten superiores a todas las mujeres o a todas las personas que no pertenecen a su círculo social. Aquellos hombres privilegiados que piensan que el mundo les pertenece.
De las cosas más importantes para dejar de seguir ese comportamiento es repetirnos a nosotras mismas que no estamos a su merced, que no estamos para complacer a absolutamente nadie, muchos menos a hombres que se atreven a juzgarnos por cualquiera de nuestras decisiones.
Y aquí entra otro punto importante de romper el pacto: los hombres que dicen ser aliados, esos hombres que no abusarían de una mujer, pero sus mejores amigos ya violaron a alguien, esos hombres que no mandan fotos de mujeres sin su consentimiento, pero que sí están dispuestos a recibirlas.
Eso es todavía más peligroso porque se escudan detrás de esa palabra “aliados” que lo único que hacen es ocultar y defender a los hombres que cínicamente tienen esos comportamientos, no son aliados sólo con decirlo, o sólo con escribir alguna frase heroica cada 8M.
Los verdaderos aliados son los que ponen límites a esos comportamientos, los que no ponen a competir a mujeres con unas fotos, los que no comparten ni reciben información, ni se ríen de esos chistes retrógrados y misóginos. Aliados son los que no cubren a sus amigos cuando abusan de una mujer o cuando salen en una red de acoso.
Pensemos en cuantos hombres dicen llamarse aliados de las mujeres y cuantos realmente lo son; una pequeña reflexión sobre el contenido que vemos en nuestro tiempo de ocio y sobre el tipo de chistes que hacemos respecto a los cuerpos o decisiones de otras personas.
Rompamos nosotras también ese pacto y dejemos atrás los prejuicios y los estereotipos que, aunque se nos han impuesto desde que nacemos, algunos los seguimos replicando sin siquiera darnos cuenta, dejemos de darle poder a aquellos hombres que todavía sienten que el mundo los necesita.
Tal como lo era para Simone de Beauvoir: Nadie es más arrogante hacia las mujeres, más agresivo o desdeñoso, que el hombre que se siente ansioso respecto a su virilidad.