Tinta y tinte de una mujerValeria Aime Tannos Díaz |
| 12 Dic 2023 - 08:15hrs
Recuerdo la primera vez que entré a esa sala con un sillón grande, color gris, con unos lindos cojines que lo adornaban, de tal manera que daban ganas de sentarse y sentirse libre para hablar de lo que sea. La habitación olía a pino, pero ese olor a pino seco que se queda por horas y horas en una habitación.
En las paredes estaban colgados los tantos diplomas y cuadros de muchas caras y paisajes, pero sin duda, los múltiples reconocimientos opacaron todos los cuadros de bellos paisajes. Entonces, en ese momento ella se sienta en el sillón frente a mío y la primera pregunta que hace: ¿qué te trajo aquí?
Ante esa primera pregunta todos los problemas quieren salir, en una habitación tan cómoda se siente como si pudieras hablar de todo y afrontar cada problema por el que decidiste tomar la sesión, se te olvida que estás en terapia, hasta olvidas la razón especifica por la que decidiste ir.
Y es que hablar de terapia es de los temas más personales y complejos con los que me ha tocado lidiar y también es verdad que hoy en día hasta se rechaza a las personas que no lo han probado o que lo ven como algo malo, pero en mi experiencia, haberme sentado en ese sillón y hablar como si todo fluyera ha sido lo mejor que me ha pasado.
La salud mental es tan importante como ir al médico a tratar cualquier enfermedad, al final, el cerebro y todo lo que eso incluye es parte de nuestro cuerpo y merece la misma atención (incluso mayor) que todo lo demás, nuestra vida merece estar bien en todos los sentidos y tener la sanación más plena que podamos.
Esa primera vez que estuve en aquel sillón sentía que podía hablar de todo y nada a la vez, sentía que sabía exactamente qué estaba haciendo en ese lugar hasta que las preguntas llegaron a perpetuar cada sentido, hasta que después de veinte veces que me preguntaron “¿cómo te sientes con eso?” me di cuenta de que no sabía que hacía allí sentada.
Supongo que a muchas personas suele pasarles eso, llegar al mundo de la terapia, de la salud mental y de la sanación es un paso tan fuerte que realmente no todos están dispuestos a afrontar. Llegar a contarle tus cosas a un desconocido no es cosa fácil, llegar a un lugar a encontrarte a ti mismo tampoco lo es.
En terapia se cuentan cosas que ni tú sabías que tenías guardadas, te lleva a los lugares más escondidos de tu infancia y te lleva a recordar y asimilar todo papel que has desempeñado en tu vida y en las de los demás, así como a los lugares más oscuros de tu ser y a aquellos en los que no sabías que podías llegar.
Dentro de los múltiples terapeutas que he visitado, al final me quedan aprendizajes respecto a mi vida y cómo llevarla con la vida de las personas que me rodean. He aprendido a sanar, a avanzar, a perdonar y a llevar mi camino a la responsabilidad de mis propios actos.
No se debe tomar a la ligera algo tan importante como esa ayuda profesional y siempre es de reconocerse a las personas que deciden dar ese paso tan importante, pero ojo, tampoco se trata de dejarle toda la tarea al terapeuta y nosotros decir que cumplimos con ir y contar lo nuestro.
Es una tarea de nosotros mismos, es algo con lo que cada uno debe trabajar y he aprendido que, para avanzar y dejar a atrás muchas cosas, lo primero es aprender a sanar el pasado y a no repetir los errores que hemos cometido. Perdonar y reconocer es también un factor importante para llegar a sentirse mejor.
Y es importante reconocer que no solamente las personas con “verdaderos problemas” son los que deben ir a terapia, a todos nos beneficia tener esa ventana en la que decidimos contar y sanar aspectos de nuestra vida, todos tenemos dolor y tenemos algo profundo que necesitamos arreglar en nosotros mismos.
Es necesario hacernos una autoevaluación y pensar realmente si necesitamos hablar con alguien aquel problema que no nos deja dormir. La mayoría de las respuestas pueden ser que no lo necesitamos, pero si hacemos una inspección más a fondo, nos sorprenderá saber que absolutamente todos necesitamos y deberíamos tener esa ayuda profesional.
O entonces pregúntate; ¿por qué lloras cuando tomas? ¿por qué tu mente jamás te deja descansar? ¿por qué te sientes incapaz de alcanzar tus metas? ¿por qué te la pasas triste casi todo el día? Y así, tantas preguntas que al profundizarlas nos llevan a la respuesta correcta.
Dejemos de estigmatizar y empecemos a apoyar y a aplaudir más a las personas que quieren recibir ayuda y que están dispuestas a darle un giro de 180 grados a su vida.