Espantajo aspiracionista

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 06 Dic 2023 - 09:52hrs

El fantasma de la clase media sigue quitando el sueño al presidente Andrés Manuel López Obrador.


Ha sido un tema recurrente en sus conferencias mañaneras, desde que responsabilizó a ese grupo social del retroceso electoral que sufrió su partido en 2021 en zonas urbanas del país.


En aquel momento tildó a los mexicanos de clase media de conservadores, individualistas, aspiracionistas, y un largo rosario de calificativos más.


Los comentarios del Presidente aparentemente han tenido que ver con que percibe que la clase media, o parte de ella, no comparte su proyecto de “transformación” y está atraída por el discurso opositor. En todo caso, es notoria la frecuencia con la que se refiere a los clasemedieros en sus conferencias.


Apenas en la del 25 de octubre pasado, afirmó: “Entonces, queremos que salgan de la pobreza millones de mexicanos y en eso estamos empeñados, estamos trabajando para eso, pero que sean parte de una clase media con valores, con principios humanos, no clasistas, no ladinos, porque a veces son hasta peores que los que heredaron fortunas, se vuelven como enemigos de su propio pueblo…”.


Yo nunca he estado muy convencido de que la clase media tenga una misma visión de la economía o que, como sector específico de la población, comparta inclinaciones políticas. De acuerdo con el Inegi, 15.1 millones de los 35.7 millones de hogares, y 47.2 millones de los 126.7 millones de personas, pertenecen a la clase media. Difícilmente un conjunto tan grande podría cerrar filas en torno de una sola opción partidista.


En un estudio publicado en Nexos, en agosto de 2021 –después de las elecciones intermedias–, el analista de datos Aleister Montfort segmentó los votos por deciles de ingreso y encontró que el PAN obtuvo 3.46 millones y 2.95 millones de sufragios al sumar los de los deciles V al VIII, en 2018 y 2021, respectivamente; el PRI, 3.25 millones y 2.97 millones, y Morena, 8.75 millones y 6.65 millones.


Es decir, la oposición y el oficialismo se dividieron el voto de la clase media en las últimas dos elecciones federales, aunque Morena perdió 2.1 millones de sufragios en ese sector socioeconómico entre una elección y otra. Por eso sorprende la fijación del Presidente, quien parece perseguir la unanimidad en una sociedad que es, por definición, plural.


Yo siempre he pensando que hay que buscar en otro lado la explicación de por qué perdió el oficialismo un buen número de alcaldías capitalinas, municipios conurbados del Estado de México y capitales estatales en 2021. Por ejemplo, que Morena, el más joven de los partidos políticos con registro, ha comenzado a ser víctima de la alternancia, igual que sucede con el resto de los partidos.


Sin embargo, por alguna razón el presidente López Obrador ha arreciado sus comentarios sobre la clase media conforme se acercan las elecciones de 2024. De manera reciente, al salir en defensa del gobernador de Nuevo León, Samuel García, y comentar la frustrada candidatura de éste a la Presidencia de la República.


De acuerdo con la visión de López Obrador, “los del PRI y los del PAN” la emprendieron contra el aspirante de Movimiento Ciudadano, porque “Samuel les dividía las simpatías de las clases medias”, porque “ellos, los del bloque conservador, la ven como un corporativo que los apoya o suponen que, en bloque, las clases medias van a apoyar a la minoría corrupta, rapaz, que malgobernó México en los últimos tiempos”, afirmó en su conferencia del lunes. “Entonces, surge la candidatura de Samuel García y ellos se sienten ofendidos porque se atreve a competirles por las clases medias”, agregó.


“Tienen mucho miedo, mucha preocupación, mucho nerviosismo porque se dividan sus clases medias (…) Se consideran los dueños de las clases medias y los ven como borregos a los que van a manipular con los medios que tienen bajo su control”, manifestó el viernes.


A juzgar por la insistencia, habría que considerar la posibilidad de que el miedo esté en otra parte. El riesgo para el oficialismo es que los comentarios presidenciales se vuelvan una profecía autocumplida.

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