| 01 Dic 2023 - 08:05hrs
La clase política está dando un espectáculo deplorable en Nuevo León. La ciudadanía del estado, que merece una autoridad que resuelva sus problemas, es rehén de los juegos de poder de los partidos.
Todo comenzó con el incumplimiento de la promesa del gobernador Samuel García, de no repetir la historia de Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, quien dejó la gubernatura para ser candidato presidencial en 2018.
En los últimos 30 años, Nuevo León ha tenido nueve gobernadores –entre constitucionales e interinos– y va por el décimo. Eso habla de una inconstancia. Si el estado no tuviera enfrente graves problemas, como la crisis hídrica y la inseguridad rampante, así como oportunidades económicas que urge aprovechar, un nuevo relevo podría ser algo anecdótico. Pero la realidad es otra.
La decisión de Samuel García de ser candidato destapó una caja de Pandora del que se han liberado los peores instintos de la política: soberbia, egoísmo, ambición, irresponsabilidad, protagonismo, ilegalidad, violencia…
El gobernador, quien venía de un bienio de confrontaciones con alcaldes y diputados de oposición, quiere dejar encargada la gubernatura a alguien de su confianza mientras hace campaña.
La mayoría opositora en el Congreso, respaldada por su facultad legal para designar al mandatario interino, ha sido incapaz de negociar una salida de consenso y nombró al vicefiscal, un personaje con un perfil que hace prever que podría dedicar los próximos seis meses a hurgar, con motivos políticos, en las cuentas de García y sus colaboradores.
No soy abogado, pero parecen tener razón quienes dicen que le tocaba al Congreso estatal nombrar al interino, aunque también la tiene Movimiento Ciudadano (MC) al alegar que el interino debiera tener un perfil que dé continuidad al proyecto por el que votó mayoritariamente la ciudadanía en 2021.
El desplante de la mayoría opositora en el Congreso fue respondido con otro peor: la irrupción de una turba en el salón de sesiones, encabezada por reconocidos personajes de MC, que hizo recordar incidentes muy graves de violación al espacio parlamentario, como la ocupación del Reichstag alemán por parte de paramilitares nazis, en marzo de 1933, para imponer la Ley Facilitante en la que se basó la dictadura de Adolfo Hitler, o el asalto al Capitolio, realizado por los seguidores de Donald Trump, en enero de 2020, para tratar de impedir la certificación del triunfo electoral de Joe Biden.
Encima, el gobernador García retomó brevemente su cargo –antes de que se inicie, el sábado– la licencia de un semestre que le fue otorgada, pero los spots de su precampaña se siguen transmitiendo. Y su secretario de Gobierno, al que quiere dejar calentando la banca, se niega a entregar el mando al gobernador nombrado por el Congreso local, por lo que a partir del mañana –si nadie entra en razón–, el estado podría tener, de facto, dos mandatarios, lo cual sería un festín para la delincuencia y una mala señal para las empresas que habían visto en el estado un buen lugar para invertir.
Con eso, MC manchó, quizá para siempre, la imagen de partido progresista y tolerante que ha querido construir y mostró su cara oscura: la de una organización dispuesta a lo que sea para obtener y retener el poder. El futuro naranja que promete no sólo no abjurar de la “vieja política”, sino que se convierte en un agente naranja desfoliador de la legalidad y las instituciones.
Desde la Ciudad de México, el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien pudo hacer un llamado a la calma, atizó la hoguera neoleonesa, tomando partido por Samuel García, con lo que se confirmaron las sospechas de que él ha apostado a esa candidatura para debilitar la de Xóchitl Gálvez.
Por su parte, los dirigentes opositores Marko Cortés y Alejandro Moreno tampoco coadyuvan a una solución que beneficie a los neoleoneses. Al contario, parecen dispuestos, como todos los demás, a entrarle al juego infantil de ver quién puede imponer mejor su voluntad a los demás.
Pobre Nuevo León, pobre México. Como se ven las cosas, 2024 pinta mal. Ojalá que la ingobernabilidad que asoma en varios estados del país no se convierta en una situación general.