Encabritado

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 04 Dic 2023 - 09:11hrs

De no saber que es real, uno podría pensar que se trata de un guion inspirado en la imaginación de Alessandro Scarlatti u otro compositor de la ópera bufa napolitana.


El gobernador neoleonés Samuel García pidió licencia para competir por la Presidencia de la República, pero quiso dejar en el cargo a quien él decidiera, sin el menor miramiento a lo que dice el marco legal.


Cuando ya estaban al aire los spots a los que tenía derecho como precandidato presidencial, volvió temporalmente al gobierno estatal —luego de registrarse como precandidato único de Movimiento Ciudadano—, sólo para avisar que se retiraría nuevamente, a partir del sábado, durante seis meses, hasta el día de las elecciones.


Hizo la solicitud al Congreso local para separarse de la gubernatura, pero, cuando no le gustó el sustituto que le designaron, metió reversa. Ahí ya no se sintió obligado a avisar a nadie y publicó un decreto diciendo que retomaba la gubernatura. El problema es que éste se fechó el 1 de diciembre, cuando seguía siendo gobernador (por lógica no puede uno regresar a un lugar del que aún no se ha ido).


Los pocos precedentes en el México moderno no ayudaban a paliar su desparpajo. Tanto su predecesor Jaime Rodríguez Calderón (2018), como el tabasqueño Roberto Madrazo (1999) informaron oportunamente a su respectivo Congreso local sobre la intención de reasumir la gubernatura. Si se requieren dos Poderes para otorgar una licencia, suena sensato que también se necesiten para darla por terminada.


Durante su brevísima precampaña, que dio por concluida la medianoche del viernes, Samuel García juraba que iba en segundo lugar de la contienda y que había mandado al tercero a Xóchitl Gálvez y al Frente Amplio, pese a que eso nunca se vio con claridad en las encuestas.


Todavía el sábado por la tarde, ya habiendo abandonado la carrera presidencial, presumió en su cuenta de X: “Aunque pusimos a México de cabeza e íbamos a ganar la Presidencia, lo más importante es Nuevo León”. Perdón, pero no se deja lo más por lo menos. Las razones de fondo para quedarse, al final, en la gubernatura sólo las sabrán él y sus cercanos, pero si tan seguro estaba de ganar, no tiene sentido haberse quedado vestido, alborotado y encabritado.


¿Qué poderosas razones lo llevaron a dejar colgados a quienes creyeron en su candidatura, así como a su partido, que ahora tendrá que improvisar a un aspirante? Si “lo más importante es Nuevo León”, ¿dónde queda para él el resto del país, que ahora le recordará esa frase si algún día intenta ir de nuevo en pos de la Presidencia?


Por más que quieran aparecer como víctimas, Samuel García y Movimiento Ciudadano han salido manchados de este episodio. Como le decía el viernes, el asalto al salón de sesiones del Congreso estatal, ocurrido la noche del miércoles, mostró al partido naranja y al instigador del portazo como grandes ambiciosos, sin respeto por la ley y las instituciones. Si en eso consiste la “nueva política”, es de terror.


Ahora Nuevo León se ha quedado con un desbarajuste institucional. Habrá que desenredar la madeja para saber a quién le corresponde la gubernatura, que no es un simple quitapón. Y hacerlo en medio del incremento de la violencia en las calles y la crisis hídrica en la zona metropolitana de Monterrey, así como de la urgencia de aprovechar el actual clima de inversiones.


Por lo que toca al oficialismo, quedará la impresión de que quiso utilizar a Samuel García para debilitar a su principal opositora. ¿O por qué, entonces, la insistencia del presidente López Obrador de asumir su defensa? Aquí no se trató, como ha dicho él, de que alguien impidiera a García ser candidato. El único que decidió no competir fue él.


Y la gran lección de esta candidatura fallida es que las instituciones judiciales fueron el solitario dique que impidió que las cosas se dieran al gusto y antojo del gobernador de Nuevo León y de quienes querían que fuera aspirante presidencial contra viento y marea, violando muchas normas e imponiendo al interino. Si como país perdemos ese freno, quedaremos totalmente a merced del poder unipersonal.

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