El movimiento soy yo

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 25 Nov 2022 - 09:14hrs

Se ha interpretado –y con razón– que la marcha convocada por el presidente Andrés Manuel López Obrador es una manera de medir fuerzas con la movilización ciudadana del domingo 13, así como un acto de narcisismo por parte de un político que necesita aparecer arropado por “el pueblo”.


Yo creo que hay un motivo adicional: mostrar que él no es sólo la cabeza del movimiento político que ascendió al poder hace cuatro años, sino que lo encarna y lo seguirá encarnando más allá del final de su gestión, el 30 de septiembre de 2024.


Es decir, el mensaje no es únicamente para sus adversarios, sino también para los de casa, en especial para aquellos que aspiran a sucederlo.


Ellos tres –las denominadas corcholatas– seguramente flanquearán a López Obrador en la avanzada de la marcha. Los analistas estarán atentos al orden en que son colocados, como una radiografía de la carrera presidencial: ¿quién estará a la derecha y a la izquierda del caudillo, y quien no alcance uno de esos dos lugares privilegiados a cuántos centímetros estará del protagonista?


Dicha observación dará mucho para hablar y escribir, pero, al final, resultará anecdótica. ¿Por qué? Porque la sucesión la conduce López Obrador a rienda corta y el nombre de quien se convertirá, en menos de un año, en aspirante presidencial del oficialismo –más allá de la pantomima de las encuestas– será quien el tabasqueño decida y punto.


El mandatario está muy preocupado por su legado. Es un tema que toca de forma recurrente en sus mañaneras. Si no lo estuviera, no se entenderían tantos comentarios suyos sobre qué hará una vez que deje el poder, algo que no está en la discusión pública. Rara vez los mexicanos demuestran interés sobre qué ha sido de sus expresidentes y sólo se acuerdan de ellos cuando aparecen y dicen algo.


Uno de los mayores temores que parece tener López Obrador es que quien lo suceda en el cargo e incluso el Congreso de la Unión trastoquen los cambios que él ha impreso en la vida pública. Por eso su llamado, hace unos días, a que la ciudadanía otorgue una mayoría legislativa al próximo presidente o presidenta. Y por eso su insistencia en que creaciones suyas, como la Guardia Nacional, queden protegidas de los vaivenes políticos.


Todos los presidentes han deseado ser sucedidos por alguien de su preferencia, pero López Obrador es el que lo ha dejado más claro. Está haciendo todo lo que está en sus manos para evitar el triunfo de la oposición en 2024, como una inédita reforma electoral a casi año y medio de los comicios.


Sin embargo, eso no parece ser suficiente. También quiere dejar claro a quienes han sido señalados por él mismo como potenciales sucesores –las corcholatas– que quien tiene y seguirá teniendo el apoyo de la gente es él. Y que si al eventual ungido o ungida se le ocurriera meter reversa en las políticas del lopezobradorismo, ahí estaría la gente para evitarlo.


Porque el movimiento es él, no ellos.


BUSCAPIÉS


*El presidente chileno Gabriel Boric vino a dar algunas sencillas lecciones al oficialismo. La primera, que el cambio de fecha de una cumbre de presidentes no puede decretarse desde una conferencia mañanera y que antes tienen que hacerse consultas. La segunda, que no se debe naturalizar la violencia en México ni aceptar las violaciones a los derechos humanos que ocurren en otros países, aunque se simpatice con el signo ideológico de los gobiernos en turno.


*Y hablando de naturalizar la violencia, el mismo día que el gabinete de seguridad celebró con un pastel su reunión número mil –durante una gira presidencial por Colima–, la criminalidad mostró su peor cara en Zacatecas. En varios puntos de ese estado se registraron ataques armados y aparecieron cuerpos en las calles. Ayer, el clímax de los enfrentamientos, mataron al general José Silvestre Urzúa Padilla, coordinador estatal de la Guardia Nacional.

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