Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 23 Nov 2022 - 08:21hrs
La toma de la caseta de la autopista México-Cuernavaca, por parte de la CETEG y la CNTE, durante el regreso del fin de semana largo, es la demostración de fuerza más importante que ha realizado el magisterio disidente en lo que va del actual sexenio.
Hay que recordar que Andrés Manuel López Obrador estableció una alianza con ese gremio durante su campaña electoral, prometiendo echar abajo la “mal llamada reforma educativa”, pero los acuerdos se rompieron ante la percepción de los maestros de que el Presidente no les había cumplido.
En abril de 2019 escribí aquí (“Para tigre, la CNTE”) que a López Obrador, luego de su toma de posesión, le habían gustado algunos aspectos de la reforma educativa del sexenio pasado, como la centralización de la nómina magisterial, cosa que siempre ha rechazado la Coordinadora. Para ésta, siempre ha sido más cómodo negociar plazas, prestaciones y aumentos con cada gobernador.
Pese a que Mario Delgado, entonces líder de los diputados morenistas, juró que de aquella reforma no iba a quedar una sola coma, los nuevos cambios dejaron insatisfechos a los maestros.
Después de 18 reuniones, los aliados rompieron lanzas. Los integrantes de la CNTE calificaron de “neoliberal” la contrarreforma que se impulsó desde Palacio Nacional. La última vez que las partes se vieron fue en diciembre de 2020. A partir de entonces, el Presidente decidió cambiar de siglas y juntarse con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, de Alfonso Cepeda Salas.
López Obrador “suspendió abruptamente el diálogo con nosotros, argumentando que fue por la pandemia”, declaró Pedro Hernández, secretario general de la sección 9 de la CNTE. “Sin embargo, a partir de 2021 dio un viraje político y ahora el actor privilegiado en Palacio Nacional es el SNTE, al que le promete incrementos salariales y otras cuestiones. De manera que hizo una recomposición en sus vinculaciones políticas”.
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Eso sólo ha aumentado el activismo de la CNTE y organizaciones afines. El 14 de noviembre, una caravana de maestros partió de Chilpancingo y llegó el lunes a las inmediaciones de la capital, donde, como digo arriba, tomó la caseta de cobro de Tlalpan para demandar la reanudación de la mesa nacional de diálogo y se derogue la reforma educativa lopezobradorista, pues a su juicio afecta los derechos laborales del magisterio.
Ayer, la caravana se instaló en plantón en el Zócalo de la Ciudad de México, donde el próximo domingo está previsto que arribe la marcha encabezada por el presidente López Obrador para celebrar los cuatro años de su toma de posesión, lapso en el que el país, a decir del Presidente, ha estado libre del dominio de la “oligarquía”.
Héctor Torres Solano, dirigente de los maestros disidentes de Guerrero, informó que harían un llamado a profesores de otras partes del país para fortalecer su presencia en la capital.
La noche del lunes, los integrantes de la caravana pernoctaron en la sede del Sindicato Mexicano de Electricistas, otra organización que alguna vez fue aliada de López Obrador, pero que recientemente ha entrado en conflicto con el gobierno. El 12 de noviembre, personas afiliadas al SME derribaron las vallas que protegen Palacio Nacional, exigiendo ser recibidos para plantear sus demandas: resinserción laboral en la CFE, reafiliación de sus agremiados al IMSS y respeto a la autonomía sindical.
Más que a la oposición y al movimiento ciudadano que defiende al INE, el oficialismo debe temer a los viejos aliados resentidos. Es mucha casualidad que el magisterio esté pensando plantarse en el Zócalo justo unos días antes de la autocelebración de los cuatro años de gobierno.
Será difícil que a los profesores les pregunte el Presidente que por qué antes no marchaban y ahora sí. Si hay un grupo que ha hecho de las marchas y plantones un estilo de vida son ellos.
El “tigre” sobre el que tanto advertía el candidato López Obrador en caso de que él no llegara a la Presidencia de la República parece haberse desatado. Ahora tendrá que decidir si le da de comer o se arriesga a que le suelte un zarpazo.