A 3 años del Culiacanazo, ¿qué ha cambiado?

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 17 Oct 2022 - 08:56hrs

El 8 de noviembre de 2021, en un juego de lunes por la noche de la NFL, los Acereros de Pittsburgh le ganaron a los Osos de Chicago por 29 a 27, en un emocionante duelo de cinco anotaciones y seis goles de campo, incluido el decisivo, a 26 segundos del final.


Al concluir el partido, el reportero John Sutcliffe, de ESPN Deportes, entrevistó al corredor novato Najee Harris, de los Acereros, quien había abierto el marcador con una carrera de diez yardas. Sabiendo que su equipo tiene muchos seguidores mexicanos, el jugador quiso comunicarse con ellos en español. Arrebató el micrófono a Sutcliffe, miró a la cámara y, ante la mirada atónita del periodista, expresó a los más de 12 millones de telespectadores: “Hey, el mundo, el mundo, El Chapo”.


Habrá quien diga que un deportista de alto rendimiento, y además extranjero, no tiene por qué ser un especialista de lo que sucede en México, pero, como sea, resulta lamentable que la historia por la que se da a conocer nuestro país sea la de un narcotraficante. Si eso es lo que recuerda un jugador admirado en México, y lo que se atreve a decir en las pocas palabras que conoce en español, ¿cómo podemos esperar que la juventud mexicana no tenga por referencia a El Chapo?


Y no son sólo las series de televisión y los videos musicales los que han creado una reverencia por los criminales como él, sino las acciones del gobierno mexicano y las palabras del presidente Andrés Manuel López Obrador, que han normalizado el estilo de vida de traficantes y matones.


Suponiendo que a Hirving El Chucky Lozano se le ocurriera declarar a la televisión, después de un partido del Nápoles, “ciao, il mondo, il mondo, la mafia”, estoy seguro de que alguna autoridad italiana se quejaría. Pero las de México dejaron pasar el comentario de Harris sin más, despreocupadas de las consecuencias de lo ocurrido durante una transmisión que seguían cientos de miles de aficionados mexicanos de la NFL. Por lo que alcancé a ver, hubo más quejas en Estados Unidos, país en el que purga sentencia de cárcel “el señor Guzmán”, como suele llamarlo López Obrador.


Hoy se cumplen tres años del Culiacanazo, el vergonzoso episodio en el que México quedó exhibido ante el mundo como un país donde una organización criminal puede poner de rodillas al Estado mexicano. Y es que aun concediendo razón al Presidente de que haber insistido en llevarse detenido a Ovidio Guzmán aquel jueves hubiera significado “un baño de sangre”, lo cierto es que, en los tres años que han transcurrido, poco o nada se ha hecho por afectar la fuerza de la delincuencia organizada.


Es más, el Gobierno de la Ciudad de México, que es del mismo signo político que la administración federal, se jactó en haber llevado a tocar al Zócalo a una banda cuyo cantante apareció este mismo año en redes cantando una canción en la que se mofaba de la forma en que Ovidio —quien sigue prófugo desde entonces— forzó al Ejército a liberarlo.



El viernes pasado, durante la conferencia en Palacio Nacional, el canciller Marcelo Ebrard, recién llegado de la reunión México-Estados Unidos sobre seguridad, afirmó que en México había “control territorial”. Eso no es algo que, en caso de existir, debiera presumirse, creo, pues es la definición misma de Estado. “Ese es un gran cambio, porque el gobierno de la República nunca había tenido el control territorial de todo el país con un solo organismo (la Guardia Nacional)”, manifestó Ebrard.


Una cosa es que la Guardia Nacional esté desplegada en todo el país y otra es que tenga “control territorial”. No lo tiene, como ya se demostró con el reciente asesinato del alcalde de Totolapan, Guerrero, un pueblo que fue tomado por cientos de hombres armados y en el que no pudieron ingresar las fuerzas federales, sino cuatro horas después.


Por su parte, López Obrador dijo allí mismo que México era respetado en el mundo. Difiero, señor Presidente. Tanto en lo que tiene que ver con las acciones del crimen organizado como con la posición de su gobierno respecto de la invasión rusa de Ucrania, México provoca muchas emociones, pero ninguna de ellas es respeto.

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