El sueño profundo de los lugartenientes de Zeus

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 03 Oct 2022 - 09:41hrs



No pudo haber ocurrido en peor momento para el gobierno federal el hackeo del que fue blanco la Secretaría de la Defensa Nacional. Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador pretende convencer a la opinión pública que las Fuerzas Armadas son la única institución del país capaz de enfrentar los retos de seguridad pública y también la de mayor eficacia y menor corrupción para hacerse cargo de tareas que debieran estar en manos de civiles, la filtración de documentos ha dejado al Ejército expuesto a la crítica y con una imagen vulnerable en su condición de custodio de información de seguridad nacional. A una velocidad promedio de 42 Mbps, los hacktivistas de Guacamaya habrían tardado 12 días en descargar los seis terabytes de contenidos —equivalentes a la capacidad de 24 computadoras portátiles de 256 gigas—, lo cual quiere decir que estaban dormidos en Lomas de Sotelo. 


Ésta será una semana complicada para el gobierno, pues, no sólo se someterá a discusión en el Senado una minuta para prolongar hasta 2028 el periodo de participación de las FA en tareas policiacas, sino que aparecerán los primeros contenidos de un libro que promete revelar los entretelones del financiamiento de las actividades de López Obrador cuando construía su llegada al poder y, probablemente también, se conocerán los resultados de las consultas entre México y Estados Unidos sobre la política energética de nuestro país.


Así que no necesitaba, además, que el titular de la Sedena —quien ha corrido el riesgo de regañar en público a los críticos del gobierno— fuese exhibido por los hackers de Guacamaya como alguien que incurre en actitudes que el Presidente considera exclusivas de “conservadores”, como cargar al erario la compra de boletos para un concierto o el bordado de las toallas que se usan en su domicilio.


Tampoco, que el Presidente tuviera que ver confrontada la versión, difundida en la mañanera, de que su mal estado de salud era un cuento inventado por sus adversarios, contra los datos precisos que aparecen en los archivos militares, como que tuvo que ser trasladado de emergencia a principios de este año para atenderse de un problema cardiaco. O que es relativo que haya desaparecido el Estado Mayor Presidencial, pues Zeus —como es identificado el mandatario en los documentos filtrados— dispone de la atención permanente de un grupo de militares, que se encarga de todas sus necesidades y las de su familia.  


El sábado, relatamos en Excélsior que, desde 2020, la Auditoría Superior de la Federación había advertido desde 2020 que “existen deficiencias en los controles de ciberdefensa” de la Sedena, un rubro que ha quedado desatendido porque el Presidente tiene otras prioridades de gasto y porque considera un lujo, incluso que haya computadoras en las oficinas gubernamentales. El autogol que se ha anotado el gobierno no sólo rema contra su narrativa de que el oficialismo es políticamente indestructible, sino que nos ha puesto a todos los mexicanos en riesgo de perder.



BUSCAPIÉS




Nunca se conocerá la razón por la que el helicóptero Black Hawk de la Armada se estrelló el 15 de julio pasado, al volver de la misión para capturar al narcotraficante Rafael Caro Quintero. De los tres aparatos que participaron en el operativo, uno de ellos —el que transportaba al detenido— llegó hasta el aeropuerto de Los Mochis, y otro descendió antes, por bajo nivel de combustible. El tercero, el que se desplomó y en el que murieron 14 elementos de las Fuerzas Especiales, también se disponía a bajar, por idéntico motivo. De hecho, el piloto lo avisó dos veces a la torre de control, pero no realizó la maniobra. Se sabe que los dos helicópteros que no alcanzaron a llegar al aeropuerto gastaron más combustible por realizar sobrevuelos para resguardar el área perimetral. Pero por qué uno de ellos no descendió a tiempo es un misterio que nunca se aclarará, pues se perdieron los últimos dos minutos de grabación de la caja negra. La empresa estadunidense Sikorsky Aircraft, fabricante del aparato, y los expertos del National Transportation Safety Board, no pudieron recuperarlos.



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