Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 25 Jul 2022 - 09:33hrs
La disputa comercial con Estados Unidos y Canadá –provocada por diferencias en torno de la política energética de México–escaló el fin de semana.
El presidente López Obrador pasó de mofarse del reclamo, el miércoles pasado –dedicándole la canción Uy qué miedo, de Chico Che–, a avisar, el viernes, que usará las próximas Fiestas Patrias para responder y advertir, el sábado, que él no es “pelele” de nadie. “Nosotros no vamos a dar un paso atrás”, afirmó en gira por Nayarit. “México es un país independiente, no es colonia de ningún país extranjero y el Presidente de México no es títere, no es pelele de ningún gobierno exterior”.
Todo esto, cuando aún faltan más de tres semanas para que los tres socios comerciales de América del Norte se sienten apenas a conversar –en consultas formales, establecidas en el marco del T-MEC– para hablar de la discriminación de la que son objeto las empresas de energía estadunidenses y canadienses, a decir de los gobiernos de esos países.
“Aunque parezca increíble –agregó el mandatario–, los reaccionarios de México están defendiendo a las empresas extranjeras. En vez de defender a Pemex y a la CFE, están defendiendo a las empresas petroleras, a las empresas eléctricas del extranjero. Son unos traidores a la patria”.
Al llevar esta discusión, que tendría que ser técnico-legal, al terreno de la retórica nacionalista, el presidente López Obrador parece estar jugándose lo más por lo menos. Y es que son tantas las ganancias que ha tenido México con la apertura comercial que se inició en los años 80 y se aceleró a partir de 1994, que resulta increíble que prefiera la sangría de las finanzas públicas que han provocado esas empresas, mal administradas desde hace décadas, incluyendo los años que lleva el actual gobierno.
Veamos: en 1990, el comercio exterior del país fue de 55 mil 905 millones de dólares (a valor corriente), lo que representaba 21.39% del Producto Interno Bruto. Treinta años después, en 2020, fue de 915 mil 993 millones de dólares, 85.12% del PIB.
De acuerdo con datos del Banco Mundial, en 1990, México tuvo exportaciones por 26 mil 345 millones de dólares, de los cuales, 18 mil 494 millones tuvieron por destino Estados Unidos. En aquel tiempo, Canadá ni siquiera pintaba entre los cinco principales socios comerciales del país. Tres décadas después, en 2020, México ingresó por concepto de exportaciones al mundo un total de 460 mil 704 millones de dólares, casi 18 veces más. De ese total, 358 mil millones de dólares fueron por exportaciones a Estados Unidos y 14 mil 259 millones, a Canadá.
Mucho tuvo que ver en ello el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, renegociado entre 2017 y 2018, a causa de las quejas del entonces presidente estadunidense Donald Trump por las ventajas que México había obtenido. Pero el advenimiento del T-MEC no trajo consigo una reducción del superávit comercial mexicano frente a Estados Unidos, pues éste pasó de 122 mil 994 millones de dólares, en 2016, a uno de 152 mil 519 millones, en 2020.
Pero las ganancias también han tenido que ver con la reconversión de la economía mexicana, que pasó de enfocarse en los hidrocarburos a ponderar más la producción de bienes intermedios y de consumo.
En 1990, las materias primas significaban 45.72% de las exportaciones, y los aceites crudos, por sí mismos, 33.85 por ciento. Para 2020, las primeras significaban apenas 10.35% del total de lo exportado y los segundos, solamente 4.85 por ciento.
En el contexto de América Latina se puede apreciar mejor ese cambio de modelo, pues los porcentajes de exportación de materias primas de Brasil, Argentina y Chile pasaron de 21.37, 32.57 y 27.19, respectivamente, a 49.83, 32.69 y 50.64, en el mismo lapso, de acuerdo con el Banco Mundial.
¿Qué se puede decir, en cambio, de Pemex y la CFE? Que han tenido, de acuerdo con sus propios datos, resultados financieros desastrosos desde 2013, particularmente la primera empresa, que ha perdido la friolera de 4.3 billones de pesos en ese lapso. Tan sólo el año pasado fueron 224 mil millones de pesos perdidos, a pesar de la inyección inusitada de recursos que recibió del gobierno federal, por 316 mil millones.
Apostar por Pemex y la CFE, poniendo en riesgo las ganancias que ha generado la apertura comercial, es correr un riesgo difícil de comprender.