![]() | Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 06 Feb 2025 - 09:01hrs
Ciudad del Carmen está íntimamente ligada a la industria petrolera del país. De allí era originario Rudesindo Cantarell, el pescador que un día encontró petróleo flotando en el mar.
Primero creyó que la mancha era aceite producto de algún naufragio. “Me dio por tirarle el equipo de pesca, pensando que era un barco o algún chalán hundido, pero el fondo salió limpio”, le dijo al periodista Ignacio Ramírez, de la revista Proceso, quien lo entrevistó en 1983.
Años después de la observación, Rudesindo llevó a personal de Petróleos Mexicanos hasta el lugar. Y así fue como se descubrió el megayacimiento –bautizado Cantarell, en su honor–, que motivó al presidente José López Portillo a decirles a los mexicanos que tendrían que aprender a administrar la abundancia.
A casi medio siglo de que Pemex desembarcó para explotar aquel gigantesco manto petrolero, Ciudad de Carmen, Campeche, vive la resaca de aquella bonanza. Negocios que generaban dos millones de pesos en un fin de semana hoy están cerrados.
La abundancia de camarón hace mucho que se esfumó. Hoy casi todos los carmelitas dependen de los ingresos de las empresas que directa o indirectamente dan servicio a Pemex. El problema es que hace meses que la petrolera dejó de pagar.
En noviembre pasado, el adeudo con los proveedores ascendía a 105 mil millones de pesos, me dijo ayer Alejandro Esquivel, miembro de la directiva del Consejo de Hombres y Mujeres de Negocios de Ciudad del Carmen, en entrevista para Imagen Radio.
“En diciembre, después de mucha insistencia, nos pagaron una pequeña parte, apenas para cubrir aguinaldos y algunos salarios atrasados. Nos aseguraron que a principios de año nos darían el resto. Ya estamos en febrero. En una conferencia mañanera, la Presidenta dijo que sería a más tardar en marzo, pero, acá, radio pasillo dice que va a ser en abril, si bien nos va. La verdad, ya no aguantamos más”.
Esquivel describió un panorama desolador. Empresas que tienen que hacer recortes de personal. Trabajadores especializados, con años de experiencia, que renuncian y abandonan la ciudad para probar suerte en otros estados. Requerimientos por parte del IMSS y del SAT para cubrir cuotas e impuestos atrasados. Impago de obligaciones que descalifica a las empresas para participar en nuevas licitaciones de Pemex. Un círculo vicioso en el que languidece una urbe de 230 mil habitantes.
—¿Quién es su interlocutor? –le pregunté.
—En Pemex, ya no nos reciben. Hemos acudido con el gobierno del estado, que está haciendo lo que puede. Gracias a su intervención, recibimos lo que nos dieron en diciembre. Ya no sabemos qué más hacer.
El problema es que quizá vienen peores noticias en camino. Una iniciativa de ley del Ejecutivo, enviada ayer al Senado de la República –en el 108 aniversario de la Constitución–, permitirá a Pemex y a la CFE no pagar sus deudas.
Leo la nota publicada ayer en Excélsior, bajo la firma de la reportera Leticia Robles de la Rosa:
“Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad podrían cancelar los adeudos que tengan con acreedores, si su situación financiera entra en un estado crítico.
“Los consejos de Administración de ambas empresas tendrán facultades para ‘aprobar políticas generales para cancelar adeudos a cargo de terceros (…) cuando exista inviabilidad económica o imposibilidad práctica de su cobro’, dice el paquete de iniciativas de la reforma secundaria en materia energética que la presidenta Claudia Sheinbaum entregará al Senado para su aprobación”.
Si esto avanza y se convierte en ley, dichas empresas estatales podrán contratar servicios y no pagarlos, con sólo alegar incapacidad financiera. Con razón Pemex y la CFE han podido durar tanto tiempo. Durante décadas han acumulado pérdidas multimillonarias, pero siguen funcionado gracias a cuantiosas inyecciones de recursos públicos. Ahora, además, tendrán una facultad con la que no cuentan ninguna persona o empresa privada: borrar de un plumazo sus deudas.
No sé qué pensaría Rudesindo Cantarell, si pudiera ver hoy su ciudad. Quizá que no debió dar aviso de nada y seguir pescando camarón.