La tregua

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 04 Feb 2025 - 08:25hrs

De última hora, como si se tratara del guion de una película hollywoodense, Estados Unidos aceptó posponer la entrada en vigor de un arancel general de 25% a las exportaciones de productos mexicanos a aquel país.


La medida, oficializada el sábado por Donald Trump, debía de haber entrado en vigor en el primer minuto de hoy, pero el mandatario estadunidense la suspendió por un mes, a propuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum, con quien conversó telefónicamente la mañana de ayer.


Ambos gobiernos entrarán a partir de hoy en un diálogo para, citando a Trump, “ver si logramos un acuerdo entre nuestros dos países”.


Esta tregua ha dado lugar a una serie de consecuencias e interpretaciones, que resumiré de la siguiente manera:


Lo bueno: la presidenta Sheinbaum tenía muy pocas cartas, pero las jugó muy bien. Desde que Trump anunció que impondría el arancel –para obligar a México a frenar la migración no autorizada y el tráfico de fentanilo, así como para contrarrestar el déficit comercial que Estados Unidos tiene con el vecino del sur–, la mandataria mantuvo la calma. No se aceleró con declaraciones, como hizo su homólogo colombiano Gustavo Petro, ni fue corriendo a ver a Trump a su mansión en Florida, como el primer ministro canadiense Justin Trudeau, ambas acciones muy contraproducentes, como ya se vio. El haber actuado en los últimos meses con cabeza fría ha hecho que Trump tenga con ella un tono comedido, que mucho ayuda a destensar la complicada relación bilateral actual. Sheinbaum también logró ganar tiempo para negociar, justo cuando las nubes negras se cernían sobre la economía e iba en caída el peso mexicano. Lo anunciado ayer es una base sobre la que se puede comenzar a negociar para tratar de entender qué quiere Trump en concreto. También es positivo que no hubo grandes discrepancias en la manera en que los dos presidentes reseñaron la llamada.


Lo malo: México tuvo que poner más fichas para conseguir la tregua que las que puso Estados Unidos (10 mil militares en la frontera común contra una promesa vaga de atacar el tráfico de armas). Trump consiguió que sus amenazas fructificaran, con lo que este episodio parece un capítulo de su libro The Art of the Deal (primero dar un descontón al interlocutor, para ablandarlo, y luego sentarlo a negociar). Da la impresión de que Trump ya sabía lo que ocurriría en el lapso entre ordenar los aranceles (1 de febrero) y la fecha de su entrada en vigor (4 de febrero). Y si bien, como digo arriba, no existieron grandes discrepancias entre el relato posterior de Sheinbaum y Trump, éste afirmó que los guardias nacionales no sólo evitarán que pasen las drogas a Estados Unidos, sino también controlarán la migración; ella sólo se refirió a lo primero. De hecho, en los comentarios de Sheinbaum en la mañanera de ayer, el tema de los migrantes fue el menos mencionado. Y tengamos claro que la orden ejecutiva que dio vida a los aranceles sigue vigente, no se ha cancelado. En un mes será muy complicado resolver problemas que se han gestado durante décadas. Y el 4 de marzo llegará irremediablemente.


Lo feo: se dejó ver, de forma contundente, la asimetría de los dos países. Washington suele ser prudente en su relación con México, casi siempre tratando de no mostrar insolentemente su fuerza y las diferencias de tamaño entre los dos países. Eso a Trump no le importó. Se le ve dispuesto a romper un acuerdo comercial de más de 30 años para cumplir sus promesas de campaña. Amenazó con el garrote de los aranceles y obligó a México a negociar. Y así seguirá amenazando. Logró lo que quería sin gastar un solo dólar y forzó a México a desplegar 10 mil guardias nacionales, cosa que sólo en salarios implica una erogación de 5 millones de pesos al día. Por otro lado, creo que era innecesario que Sheinbaum llamara “mareados” a quienes expresaron dudas sobre la estrategia del gobierno o tuvieron posiciones distintas en días recientes. Por la simple razón de que los aranceles afectarían, en mayor o menor medida a todos los mexicanos, dudo que haya alguno que realmente los desee. Aquéllas son simples expresiones de discrepancia como las que debe haber en toda democracia. La unidad no es unanimidad.

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