Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 09 Dic 2024 - 09:03hrs
Han sido 14 meses de hechos extraordinarios. Sin duda, hay que fechar el inicio de esta etapa de la historia mundial el 7 de octubre de 2023, día en que las milicias terroristas de Hamás invadieron el sur de Israel desde la franja de Gaza y asesinaron a mil 200 personas, incluyendo ciudadanos de una treintena de países, entre ellas un mexicano, y se llevaron como rehenes a 251 más, incluida una mexicana, de las que aún nada se sabe de 96, entre ellas 35 que se presumen muertas.
A esta sorpresiva incursión siguió una respuesta militar israelí –inicialmente justa, pero que con el paso de los meses se ha vuelto desproporcionada, con decenas de miles de civiles palestinos muertos–, misma que se ha extendido hacia el sur de Líbano, por el involucramiento de Irán, a través de su brazo armado regional, Hezbolá (“partido de Dios”).
Israel ha mostrado una sorprendente capacidad para descabezar a Hamás y Hezbolá, con ataques quirúrgicos contra sus líderes, que se han llevado a cabo lo mismo en Gaza que en Beirut y hasta en Teherán, mediante detonaciones causadas por misiles teledirigidos, pero también explosivos ocultos en habitaciones e incluso en localizadores personales.
El conflicto en Oriente Medio ahora se ha extendido a Siria, donde, en cosa de unos cuantos días, se derrumbó el régimen de la familia Assad, que comenzó con Háfez, en 1971, y luego, a la muerte de éste en 2000, continuó con su hijo Bashar, quien estaba estudiando para ser oculista en Londres, pero fue llamado a Damasco para continuar la dinastía.
En 2011, Assad reprimió a sangre y fuego un movimiento prodemocracia y con ello dio inicio una cruenta guerra civil, en la que se han involucrado directamente distintos países, como Estados Unidos, Rusia, Irán y Turquía, y que ha dejado más de 600 mil muertos, de acuerdo con el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, y unos 12 millones de desplazados internos y refugiados en el extranjero.
La guerra en Siria estaba en punto muerto desde finales de 2017, luego de varias negociaciones de cese al fuego, con el régimen de Assad bajo control de la costa mediterránea y centro y sur del país, incluida la capital —gracias al respaldo de Rusia e Irán— y las dos principales fuerzas opositoras en posesión de una franja del norte, una de ellas apoyada por Turquía y otra por Estados Unidos. La primera de esas últimas se movilizó en una ofensiva relámpago desde su base en Idlib. Tomaron Alepo y Hama en cuestión de días, y el sábado por la noche llegaron a Damasco, haciendo huir a Assad, cuyo paradero no se conocía al momento de escribir estas líneas, derribando a su paso las estatuas de su padre e irrumpiendo en los palacios del régimen.
Así, en menos de una semana, se acabó una dinastía que había durado más de medio siglo. El futuro de Siria y la región es incierto. Sabemos que la fuerza que tomó el poder es Hayat Tahrir al Sham (HTS), un grupo islamista financiado por Turquía, cuyo líder (apréndase su nombre de guerra) es Abu Mohammed al Jolani, un hombre de 42 años de edad que tuvo nexos con Al Qaeda y el Estado Islámico, pero que se independizó de ellos en 2016 y comenzó a luchar por su cuenta contra Assad.
Jolani estuvo preso durante cinco años en una cárcel estadunidense en Irak, a donde había acudido para luchar contra la intervención de ese país, que comenzó en marzo de 2003. Washington lo considera terrorista y ofrece una recompensa de 10 millones de dólares por su captura, lo que no le ha impedido dar diversas entrevistas a medios relevantes.
Este abrupto giro en Oriente Medio deja abiertas varias preguntas. ¿Por qué Rusia dejó solo a Bashar al Assad; ¿Así lo quiso o no pudo hacer nada, por estar concentrado en Ucrania? ¿Ha quedado tan devastado Hezbolá por Israel, que Irán tampoco acudió en su defensa? ¿Cuál será el papel que jugarán el nuevo gobierno estadunidense, a cargo de Donald Trump, así como Rusia, Turquía, Israel e Irán en el futuro de Siria?
Cualesquiera que sean las respuestas, no deja de sorprender la velocidad de los acontecimientos y la manera en que el mundo ha cambiado en cuestión de unos cuantos meses.