Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 06 Nov 2024 - 09:03hrs
WASHINGTON, DC.— Al cierre de esta edición, parecía que nada podía impedir que Donald Trump gane la elección presidencial estadunidense, celebrada ayer, y regrese a la Casa Blanca a partir de enero entrante.
Ya se habían definido 491 de los 528 votos electorales que se distribuyen entre los estados, y el republicano tenía una ventaja de 267 contra 224 sobre su rival, la vicepresidenta Kamala Harris. Trump sólo necesitaba tres votos electorales más para asegurar su triunfo.
Éstos podían salir fácilmente de los estados de Pensilvania, Michigan y Wisconsin –el llamado Cinturón Azul del Partido Demócrata, que ayer dio la impresión de derrumbarse–, donde Trump llevaba esta madrugada una cómoda ventaja de cientos de miles de votos, con una pequeña porción de casillas por contar.
Por supuesto, con lo sucedido en 2016 y 2020 –cuando se cantaron antes de tiempo las victorias de Hillary Clinton y del propio Donald Trump, cosas que al final no ocurrieron–, hay que tener cuidado en dar las cosas por hecho.
Sin embargo, ya pueden sacarse algunas conclusiones:
Primero, que las encuestas que pronosticaban una contienda muy cerrada resultaron equivocadas, al punto de que Trump le llevaba casi cinco millones de votos de ventaja a Harris en la votación nacional, o cuatro puntos porcentuales. Eso está fuera de cualquier margen de error.
Segundo, las preconcepciones con las que se ha analizado la política estadunidense en los últimos años tendrán que abandonarse. De acuerdo con las encuestas de salida que se conocieron anoche, Trump recibió gran apoyo por parte de los jóvenes y las minorías afroamericana y latina. Habrá que tratar de entender cómo cosechó ese respaldo un hombre casi octogenario, quien ha hecho fama de rechazar los valores de las nuevas generaciones, de coquetear con el racismo y de estigmatizar a los migrantes.
Tercero, sigue siendo cierto que los votantes estadunidenses toman su decisión con base en dos cosas: el bolsillo y la conexión emocional con el candidato. Trump explotó ambos flancos: tuvo un mensaje para los estadunidenses afectados por los altos precios de los alimentos y se definió como un hombre que resolvería problemas percibidos, como la migración descontrolada, y que tiene una visión de futuro de Estados Unidos, como un país destinado a recuperar su grandeza.
Cuarto, su campaña recibió gran ayuda por parte de sus rivales, particularmente del presidente Joe Biden, quien cometió error tras error, como llamar “basura” a sus simpatizantes, pero también de su contrincante, quien nunca pudo desmarcarse de Biden e incluso elogió su política económica –a la que llamó Bidenomics–, causante de las penurias económicas que sufren muchos estadunidenses.
Quinto, la capacidad de Trump de convertir problemas en ventajas, como hizo con los juicios que enfrenta. Haber procedido contra él en los juzgados lo hizo parecer perseguido, sobre todo a los ojos de millones de estadunidenses que se sienten maltratados por el sistema económico y político y que ven en Trump al hombre capaz de darles un desquite.
Sexto, la gran votación que recibió Trump dotará de legitimidad los reclamos que el expresidente tiene respecto del vecino del sur. Porque, así como Claudia Sheinbaum dice que la reforma judicial es voluntad “del pueblo”, Trump podrá alegar que los estadunidenses le han pedido que mantenga y lleve adelante –muy probablemente desde la Casa Blanca, ya lo veremos– su exigencia de ordenar los flujos de personas y mercancías a través de la frontera con México. Exigencia reforzada, además, por el hecho de que 40% de los electores latinos votaron por él.
Y séptimo, el resultado tendrá consecuencias sobre la política exterior estadunidense, que ya se había vuelto muy proteccionista y nativista, cosa sobre la que muchos deberán tomar nota, como los soldados ucranianos que defienden su territorio contra la invasión rusa, los activistas medioambientales que luchan por reducir el apetito por los combustibles fósiles y, sí, también nosotros los mexicanos.