Ahora, que gobiernen

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 29 Oct 2024 - 09:21hrs

Hoy se dará la más esperada de las conferencias matutinas de la presidenta Claudia Sheinbaum. De acuerdo con lo anunciado por ella la semana pasada, luego del estallido de dos coches bomba en sendos municipios de Guanajuato, la sesión estará dedicada a la seguridad pública.


No es un secreto que el arranque del sexenio ha sido muy sangriento. La cifra de homicidios en lo que va de octubre ya rebasó los 2 mil casos. Han sido asesinados varios presidentes y expresidentes municipales. El enfrentamiento entre dos facciones del Cártel de Sinaloa no ha podido ser aplacado, pese a la gran presencia de efectivos militares.


El asesinato del sacerdote indígena Marcelo Pérez fue incluso motivo de un llamado a la paz del papa Francisco. Cada día de lo que va de este gobierno han desparecido en promedio 37 personas, de acuerdo con datos oficiales. Y por lo menos una decena de estados experimentan una violencia constante.


Aunque es verdad que no se pueden exigir resultados a un gobierno que prácticamente acaba de tomar posesión, también lo es que no se nota que esté en marcha una estrategia capaz de remontar la situación.


Es difícil de entender que en un estado donde han sido desplegados centenares de soldados y guardias nacionales –entre ellos un contingente de Fuerzas Especiales–, el domingo familiar en Mazatlán haya sido interrumpido por una balacera, en la que se dispararon más de dos mil tiros contra un vehículo blindado que acabó destrozado y con un fallecido en el interior.


“Tengo miedo, me pasó un balazo; dime que no nos va a pasar nada”, suplicaba un niño a su padre, quien grababa con su celular mientras ambos se tendían en el piso para evitar ser alcanzados por un proyectil, como tristemente le ocurrió a un taxista que pasaba por el lugar.


Ante lo que sucede en Sinaloa, el oficialismo se hace el desentendido, responsabilizando de los hechos al exgobernador Francisco Labastida, quien dejó el cargo ¡hace 32 años! –como hizo el senador Ignacio Mier– o insistiendo que Estados Unidos aclare cómo se sacó del país a Ismael El Mayo Zambada, como si con esa explicación, que seguramente nunca va a llegar, se fueran a componer las cosas.


Tampoco servirá de mucho que hoy nos expliquen que quienes hicieron estallar los coches bomba en Guanajuato no son terroristas, como si, con eso, la población de ese estado se quedara muy tranquila. O que nos insistan en que “hay más asesinatos” en ese estado que en Sinaloa, como si Guanajuato no fuera parte de la República Mexicana, y el gobierno federal careciera de facultades en esa parte del territorio.


O que se justifiquen, como hizo la alcaldesa de Tecpan de Galeana, Guerrero –donde van más de 30 asesinados en cinco días–, diciendo que la violencia viene de fuera; que ella no conoce a los que llegaron a su municipio echando bala, y que son centroamericanos, como si el reclutamiento forzado no fuera una realidad en este país.


El gobierno debería aceptar que el poder desgasta, sobre todo si insiste en presentarse como “el segundo piso de la transformación”, es decir, el que quiere continuar lo que se hizo en la administración pasada. Un gobierno con medio gabinete que venía de estar en altas posiciones de poder no puede pedir demasiada paciencia.


Achacar cualquier crítica, cualquier señalamiento, a “una campaña de los conservadores”, ya resulta cansino. Al oficialismo le encanta haber arrasado en las elecciones pasadas y se empeñó en conseguir –a la mala– una mayoría calificada en el Congreso que le permite hacer lo que se le antoje. ¿De verdad querían tanto poder? Pues ahora, que gobiernen.


Ojalá que en la conferencia de hoy escuchemos menos pretextos y más descripciones realistas por parte del gabinete de seguridad, y que la principal característica del “segundo piso” no sea otro sexenio de negar los hechos.

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