Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 11 Oct 2023 - 08:38hrs
Este sexenio será recordado como el del mayor extravío de la política exterior de México.
Durante buena parte de nuestra historia moderna, el país fue visto como un indudable protagonista en el tablero global. Su postura se convertía en referencia. Encabezaba iniciativas en organismos multilaterales que concluían exitosamente. Y era un firme e inequívoco defensor del derecho internacional.
Sin embargo, a partir de 2018 perdió todas esas características. O si se prefiere, terminó de perderlas, de considerarse que el declive de la influencia de México en el mundo comenzó antes. En todo caso, el desenlace difícilmente podía haber sido otro, pues el presidente elegido aquel año, Andrés Manuel López Obrador, manifestó desde la campaña electoral su desinterés en el tema, al subrayar que “la mejor política exterior es la interior”.
Para comenzar, López Obrador es el mandatario mexicano que menos ha viajado al extranjero desde Gustavo Díaz Ordaz. A diferencia de sus ocho predecesores, no ha salido del continente. En su Presidencia, la política exterior ha sido principista de palabra, pero, en los hechos, se ha movido por intereses. Eso no estaría mal si los intereses que la han motivado fueran los de México como país. Sin embargo, ha quedado muy claro que esos intereses han sido los del partido gobernante, basados en una visión ideológica.
Poco tiempo tenía de haber asumido el poder, cuando López Obrador ya había metido al país en un pleito con España. Si bien el presidente español Pedro Sánchez fue el primer líder extranjero en viajar a México en visita oficial en este sexenio (enero de 2019), poco después (marzo de 2019) estalló un conflicto por la pretensión del mandatario mexicano de que el rey de España ofreciera disculpas por hechos ocurridos durante la Conquista. A raíz de ese hecho, las relaciones bilaterales han estado en pausa.
Posteriormente, México intervino en las disputas electorales de Bolivia y Perú, con todo y que López Obrador suele decir que su gobierno respeta la autodeterminación de los pueblos.
Y aunque condenó las circunstancias que llevaron al exilio del boliviano Evo Morales y al encarcelamiento del peruano Pedro Castillo, el gobierno de López Obrador no ha sido, de lejos, igualmente crítico con las claras violaciones a los derechos humanos cometidas por los regímenes de Nicaragua, Venezuela y Cuba.
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La invasión de Rusia a Ucrania tampoco ha merecido un rechazo contundente por parte de López Obrador. Es más, ha tenido una postura tan ambivalente que ha deplorado la entrega de armas al país invadido, algo de lo que México se benefició durante la intervención francesa en el siglo XIX. Y no sólo eso: en el reciente desfile por el 213 aniversario del inicio de la Guerra de Independencia, se invitó a participar a un contingente del ejército ruso.
Ante los recientes ataques del grupo terrorista palestino Hamás contra ciudadanos israelíes –que ha provocado centenares de muertos–, López Obrador ha tenido una postura tan ambigua que ha preferido decir que “México está a favor de la paz”, que condenar claramente a quien inició la agresión.
La afirmación mereció un reclamo de la embajada de Israel, igual que antes hizo la de Ucrania respecto de la invitación a Rusia a participar en el desfile. Por si quedara duda de qué lado ha estado México –o, por lo menos, su Presidente– en esos conflictos, ningún representante ruso o palestino ha tenido algo que reprochar por declaraciones hechas en la Ciudad de México.
Y si bien la política exterior no es lo suyo, López Obrador no ha dejado pasar la oportunidad de buscar un momento de lucimiento. Así lo hizo, en noviembre de 2021, con su propuesta ante la ONU para combatir la pobreza mundial, que no tuvo eco alguno entre los países miembros, y su plan para lograr la paz en Ucrania, de septiembre de 2022, cuando sugirió un cese al fuego de las partes en conflicto, mismo que fue calificado por Kiev como un “plan ruso”.
Si por algo pasará a la historia este sexenio, no será por tener una política exterior influyente y coherente.