Nearshoring y 2024

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 04 Oct 2023 - 08:59hrs


La automotriz Mazda tiene 17 años en México. En febrero de 2020, seis años después de haber ensamblado su primer vehículo en nuestro país, la empresa alcanzó el millón de autos producidos.



Hace 18 meses, Mazda anunció que buscaría duplicar su presencia en el mercado mexicano, pasando de 4.6 a 10% de participación. Ese interés fue reiterado por su nuevo CEO mundial, Masahiro Moro, quien reconoció, en entrevista reciente para este diario, que México es vital para cualquier plan de expansión en producción y ventas en la región de América del Norte.


Sin embargo, hay un problema: para Moro, la apuesta que la compañía va a hacer en México pasa por la definición de las elecciones de 2024.


“Para mí, la gran prioridad este año y el próximo es mantener un nivel superior en fabricación y ventas, para que podamos servir a las personas. Una vez despejado quién será Presidente de México en 2024, pondremos otras metas muy importantes, diferentes acciones sobre la participación en el mercado local”, comentó el ejecutivo en entrevista con Paul Lara.


No cabe duda que el fenómeno de relocalización de cadenas de valor conocido como nearshoring ha generado un enorme interés por invertir en México. Hace unos días, el Inegi dio a conocer que la inversión productiva en el país creció a una tasa anual de 28.6% al mes de junio. Y si nos concentramos en el rubro de construcción no residencial, el incremento alcanzó un sorprendente 70.3 por ciento.


Sin embargo, también es cierto que México no ha logrado capitalizar ese interés como debiera. Hace unas semanas, le informaba yo aquí que Brasil, pese a la distancia que lo separa del mayor mercado mundial, atrajo en 2022 más del doble de inversión.


Y eso ha sido, porque, por un lado, México no ha sido capaz de ofrecer todo lo que necesitan las empresas en materia de infraestructura, energía y capacitación de mano de obra –al menos, no en el ritmo necesario–, pero también porque el país envía una serie de mensajes inquietantes al mundo.


Uno de ellos es la inseguridad, y no sólo por las balaceras, los secuestros, las extorsiones y el robo al transporte de mercancías, sino por la incontenible ola migratoria, que esta semana frenó el paso de mercancías entre Ciudad Juárez, Chihuahua –a donde llegaron 10 mil personas en una semana, muchas de ellas a bordo de trenes de carga–, y El Paso, Texas.  


Otro, es la falta de certeza jurídica, porque se han visto casos en los que las autoridades mexicanas no respetan los contratos firmados con inversionistas.


Y un tercero es qué puede pasar en las elecciones del año entrante. ¿Cuántas empresas habrá, como Mazda, que estén esperando saber quién va a gobernar el país el próximo sexenio y qué visión tiene de la inversión, entre otras cosas?


Es inevitable que México vaya a tener comicios dentro de ocho meses, pues su realización está prevista en la Constitución. De nada sirve lamentar que ocurran en medio del momento de mayor oportunidad para atraer inversiones, con el peligro de que se nos cierre repentinamente esa ventana sin haberla podido aprovechar cabalmente.


Lo que se requiere es entender que México no debe dejar pasar este momento económico. Tendría que ser una cuestión de Estado, por encima de la lucha partidista. El gobierno federal y los partidos debieran tener un mensaje unificado: que gane quien gane las elecciones, nuestro país estará a la altura y será el mejor lugar del mundo para invertir.


Pero no: en los hechos, nada puede estar por encima de la mezquindad política. Aquí se trata de ganar las elecciones a como dé lugar, aunque al país se lo lleve el diablo.


¿Por qué no crear un comité de inversiones, que promueva al país en el exterior, al margen de la lucha política y con la participación de empresarios y expertos? ¿Por qué no mandar un mensaje de confianza a quienes quieren invertir, para atender las dudas que tengan?


Sería lo lógico, pero no. Porque incluso eso hay que capitalizarlo electoralmente, faltaba más.


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