El invasor en el desfile

| 18 Sep 2023 - 09:29hrs

Hace un año, en la conmemoración del 212 aniversario del inicio de la Guerra de Independencia, el presidente Andrés Manuel López Obrador lanzó desde el Zócalo lo que llamó una propuesta de paz para poner fin a la guerra en Ucrania mediante una tregua de cinco años.

La iniciativa no tardó ni tres días en ser rechazada por el país invadido. “¿Su plan es mantener a millones bajo ocupación (…) y dar tiempo a Rusia para renovar sus reservas antes de la próxima ofensiva?”, preguntó, mediante las redes sociales, el asesor presidencial ucraniano Mykhailo Podolyak. “Los ‘pacificadores’ que usan la guerra para sus propias relaciones públicas sólo causan sorpresa”, agregó.

En respuesta, López Obrador dijo que “intereses de élite”, desconocimiento y “sectarismo” hacían que su propuesta fuera desechada.

Un año más tarde, el Presidente se dejó de ánimos pacificadores e hizo algo que nunca había ocurrido en la historia nacional: invitó a una delegación del ejército de Rusia, el país invasor, a ser parte del desfile del 16 de septiembre.

“Soldados del 154° Regimiento Preobrazhenski participaron en el desfile cívico militar con motivo del Día de la Independencia de México”, posteó la embajada de la Federación Rusa en su cuenta de X. El mensaje fue acompañado de una foto.

La invitación a dicho regimiento –que, entre otras cosas, realiza la guardia de honor en el Kremlin– es una ruptura con una tradición de política exterior de México que se remonta a la Constitución de Apatzingán de 1814, el primer antecedente de Carta Magna en México, en cuyo artículo noveno se establece que “ninguna nación tiene el derecho de impedir a otra el uso libre de su soberanía” y que quien lo intente “debe ser obligado por las armas a respetar el derecho convencional de las naciones”.

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Eso que resultaba tan claro para José María Morelos y otros firmantes del documento –como José Manuel Herrera, primer canciller del México independiente y encargado por Morelos de conseguir armas en Estados Unidos para los insurgentes– no lo es para el gobierno de López Obrador, quien ha pasado de tener una posición ambigua respecto de la invasión de Ucrania a simpatizar sin ambages con el invasor, mediante esta invitación.

López Obrador ha criticado que diversos países entreguen armas a Ucrania para defenderse, pero México hizo lo mismo en diferentes momentos de su historia. Entre otros indicios de ello, existe un fusil de infantería estadunidense, modelo 1861, cuya fotografía aparece en el repositorio del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Dicho fusil, dice el INAH, “presenta las marcas de pertenencia al Ejército Mexicano (las siglas R. M. y un gorro frigio), lo que sugiere que pudo ser adquirido por el ejército republicano de Benito Juárez durante los últimos años de la Intervención Francesa o durante los primeros de la República Restaurada”. Y añade: “Si armas como ésta participaron en la Intervención Francesa, serían un buen ejemplo del armamento moderno que los juaristas pudieron adquirir en los Estados Unidos gracias a las facilidades concedidas por el gobierno del presidente Johnson al final de la Guerra de Secesión para acelerar la derrota de los franceses y del Imperio de Maximiliano”.

La participación de una delegación militar rusa en el desfile para celebrar nuestra independencia es una cachetada al derecho internacional y seguramente generará extrañeza en la comunidad de naciones que ha condenado presuntas atrocidades cometidas por Moscú y que son investigadas por el fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, quien, en marzo pasado, dictó una orden de captura contra el presidente ruso Vladimir Putin por la deportación de niños ucranianos a su país, lo cual podría constituir un crimen de guerra.

Lo del sábado pasado es una muestra más de la ideologización de nuestra política exterior. Hubo un tiempo en el que México defendía a las naciones invadidas, como sucedió con Abisinia (Etiopía) y Austria en los años 30 del siglo pasado. Hoy ya no.