La aritmética de 2024

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 20 Sep 2023 - 08:44hrs

A pesar de que unos 97 millones de mexicanos estarán en posibilidades de votar el año entrante, la decisión de quién se lleva la Presidencia de la República recaerá en menos de cinco millones, si se resta el abstencionismo, el voto duro de las dos coaliciones que protagonizarán el proceso y el apoyo que genere el resto de las fuerzas políticas.


Tomando en cuenta las estadísticas de las pasadas cuatro elecciones presidenciales, se puede decir que hará falta obtener por lo menos 22 millones de votos en los comicios de 2024 para salir triunfante.


La concentración del sufragio que se dará en las dos principales candidaturas —que ha sido, en promedio, de 75% desde el año 2000— se llevará 43.8 millones de los 58.5 millones de votos válidos que se depositen en las urnas en 2024, si se da una participación de 62 por ciento.


En caso de que el voto duro de las dos coaliciones sume, como parece, 39 millones de votos —los 20 millones que se depositaron a favor de Morena y sus aliados en las elecciones legislativas de 2021, más los 19 millones obtenidos por los actuales partidos del Frente Amplio por México en ese mismo proceso—, los sufragios que realmente estarán en disputa no pasarán de cinco millones.


Desde luego, esos números son estimaciones y podrán moverse en caso de que la participación ciudadana sea mayor o menor o si el impacto de las candidaturas que terminen en tercer lugar o más abajo rebase el promedio de lo que fue en las cuatro elecciones presidenciales que tuvieron lugar entre 2000 y 2018. Lo mismo sucedería si Movimiento Ciudadano se sumara a la coalición opositora (algo poco probable).


Esos cinco millones de votos que, previsiblemente, decidirán la elección presidencial corresponden a la suma de los ciudadanos cuya preferencia política ha variado —conocidos en inglés como swing voters— y de aquellos que irán a las urnas por primera vez (unos dos millones).


Por supuesto, no debe minimizarse una serie de factores tanto legales como extralegales para incidir en la opinión de los votantes. Entre los primeros está la capacidad que tengan los candidatos de construir una idea de futuro —narrativa, le llaman algunos— que resulte atractiva para los ciudadanos. Entre los segundos, la intervención de las actuales autoridades para promover o forzar el voto, ya sean alcaldes, gobernadores o el propio Presidente de la República.


Pero también será importante qué tan bien dominan los candidatos y sus equipos la geografía electoral. Siendo tan bajo el número de votos que resolverá quién gana los comicios, pesará mucho tener datos que les permitan trabajar con ahínco algunas entidades o regiones —incluso secciones electorales—para cosechar en ellos los sufragios necesarios. Por ejemplo, hay una lista de 10 estados que, desde 2000, siempre ha ganado el candidato que se lleva la elección presidencial. A saber: Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Colima, Chihuahua, Jalisco, Querétaro, San Luis Potosí, Sonora y Yucatán.


Los votantes de esas diez entidades optaron mayoritariamente por Vicente Fox en 2000; por Felipe Calderón en 2006; por Enrique Peña Nieto en 2012, y por Andrés Manuel López Obrador en 2018.


¿Qué hacen que esos estados sean decisivos? A diferencia de otros, en los que los sufragios se reparten de manera pareja, en éstos los electores casi siempre dan una ventaja cómoda al primer lugar.


Entidades como la Ciudad de México, Estado de México, Veracruz, Puebla, Guanajuato y Nuevo León son relevantes desde el punto de vista del tamaño de su padrón, pero nunca ha sido indispensable ganarlas para llevarse la Presidencia.


También, al ser una elección que se decide por mayoría, importará hacer mayor trabajo en estados donde la participación supera tradicionalmente el promedio nacional. Por cierto, la mayoría de éstas se encuentra —por las razones que se quiera— en la región sur-sureste del país.


Aunque resulta difícil predecir, a ocho meses y medio de las elecciones, quién ganará y con qué ventaja, el proceso se antoja como uno en el que los contendientes tendrán que hilar fino para encontrar a los votantes que podrían darles la victoria.

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