Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 26 Sep 2023 - 10:29hrs
Mi madre contaba muchas historias de la Segunda Guerra Mundial. Si algún recuerdo tenía vivo era el de los días de la Liberación. Relataba cómo las fuerzas aliadas entraban victoriosas en distintos pueblos, hasta llegar a París, a fines de agosto de 1944. Los soldados estadunidenses iban regalando barras de chocolate a los niños, una de las cuales le tocó a ella.
Lo contrario de esa imagen se produjo el fin de semana en San Gregorio Chamic, Chiapas, donde los habitantes del lugar salieron a la carretera a vitorear a quienes llamaron sus “liberadores”, hecho que quedó grabado en video. Y es que alguien que lo vio se podría ir con la finta, pues en ese caso los que habían hecho huir a los opresores no eran personas que buscaban devolver el control del territorio a sus pobladores, sino convertirse en sus nuevos victimarios.
Lo que sucedió en ese pueblo del municipio de Frontera Comalapa fue que un grupo del crimen organizado (el Cártel Jalisco Nueva Generación) fue desplazado por otro (el Cártel de Sinaloa). Es decir, se cambió un mal por otro mal.
A los recién llegados, quienes se identificaron como “gente de El Mayo” –refiriéndose a Ismael Zambada, líder de una de las facciones de ese último cártel–, la gente de San Gregorio Chamic los recibió con vivas y aplausos.
Es probable que no hayan tenido alternativa. Como ellos, un número creciente de mexicanos se está viendo en la necesidad de celebrar que una organización delictiva les quite temporalmente el yugo impuesto por otra.
Y eso es porque la fuerza pública que ellos pagan con sus impuestos no está a la altura o no tiene la disposición de darles seguridad y evitar que sean extorsionados, secuestrados o asesinados.
Por experiencia se puede decir que el alivio les durará poco. Que, como ya ha ocurrido con la Familia Michoacana, Los Viagras y otros grupos que desplazan a sus competidores, los recién llegados se convertirán en los nuevos amos del lugar. Mal, si esos vítores ocurrieron por miedo; y peor, si fueron por convicción.
Aunque lo niegue el gobierno, hay franjas del territorio nacional donde no mandan las autoridades constituidas, sino delincuentes armados. Ellos allí imponen su ley, cobrando cuotas a los sectores productivos, al transporte público, etcétera. Y si alguien tiene la posibilidad de impedir que sigan aterrorizando a los pobladores no es la fuerza pública –es decir, soldados, marinos, guardias nacionales o policías–, sino otros delincuentes, igual de sanguinarios que ellos o más.
Los mexicanos que tienen la mala fortuna de vivir en un territorio que cae bajo el control de esas lacras han aprendido a no tener muchas esperanzas.
Y ¿cómo van a tenerla después de escuchar la manera en que habló ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador sobre los hechos de Chamic?
Lo cito textualmente: “En la frontera con Guatemala (…) hay grupos de delincuentes que presuntamente se están disputando el territorio para tener espacios para guardar droga que entra de Centroamérica, para tener control de ese territorio. Y se enfrentan. Afortunadamente, no ha habido muchos asesinatos (…) pero ha habido mucha propaganda. Sacaron un video donde van entrando a Frontera Comalapa camionetas y está, de lado y lado de la carretera, gente recibiéndolos. Y sí, pueden ser bases de apoyo, que las hay en algunas partes del país, porque les entregan despensas o por miedo, porque los amenazan. Pero no es un asunto general, es un asunto muy limitado a una región y ya se está atendiendo”.
El mandatario juzgó como “propaganda” la difusión de ese video, cuyo contenido debiera preocupar a todos los mexicanos. No sólo porque un grupo de conciudadanos aplaude a delincuentes fuertemente armados y porque por ningún lado aparecen quienes debieran asegurar que se pueda vivir en paz, sino porque el propio Presidente acepta que eso ocurre. Y en lugar de indignarse, él sólo dice que es “muy limitado”.