Bitácora del directorPascal Beltrán del Río |
| 05 May 2023 - 09:09hrs
Se ha vuelto un lugar común decir que México está destinado a beneficiarse enormemente del proceso de relocalización de cadenas de valor conocido como nearshoring. Se espera que nuestro país pueda captar nuevas inversiones por decenas de miles de millones de dólares, dependiendo de qué tan bien prepare el terreno en materias como certeza jurídica, formación de cuadros, infraestructura y generación de energía.
Sin embargo, también existe la posibilidad de que sólo una parte del país coseche esos frutos: aquellos estados que logren presentarse ante la comunidad internacional de negocios como sitios ideales para instalar empresas y exportar productos a Estados Unidos, el mayor mercado del mundo.
Ya hay entidades que han entendido la gran oportunidad que tienen delante, como Baja California, Nuevo León y Querétaro, cuyos gobiernos han estado activísimos, porque saben lo que este fenómeno podría significar en generación de fuentes de empleo y elevación del nivel de vida de sus habitantes.
Incluso algunos estados que tradicionalmente habían estado en el sótano del desarrollo regional han logrado emerger gracias a su buen desempeño, como Oaxaca, de acuerdo con los datos más recientes del Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE) en México, publicado por el Inegi.
Los más adelantados en este esfuerzo no siempre han tenido a la geografía de su lado. Por ejemplo, Baja California está metida en la construcción de infraestructura que le asegure que no falte el agua a la población y la industria, pues se sabe árido y tiene claro que sin agua no hay progreso.
Otros, sin embargo, tienen todo a su favor y, no obstante, se han quedado estancados en la mediocridad. El caso prototípico es Veracruz.
Extendido a lo largo de la costa del Golfo de México, Veracruz tendría todo para ser una potencia económica, incluso el motor del país. Tiene agua, tierra fértil y abundantes recursos naturales. Su ubicación le permitiría tener un gran brío exportador. Cuenta con tres puertos –Tuxpan, Veracruz y Coatzacoalcos– que no están demasiado lejos de grandes centros de distribución de la costa estadunidense, como Houston, Nueva Orleáns, Mobile y Tampa. Y, desde luego, desde esos mismos puertos se puede llegar a muchas partes del mundo. Por lo mismo, el estado tendría que ser nuestro polo manufacturero por excelencia.
Pero, ¿qué pasa con Veracruz? Es el ejemplo más acabado de lo que pueden provocar las malas decisiones políticas. Por desgracia para ellos y para el resto del país, los veracruzanos han permitido que los gobierne una caterva de políticos rufianes e incompetentes que han hundido a la entidad.
En los datos del ITAEE, que se dieron a conocer la semana pasada, Veracruz –el cuarto estado más poblado de la República, con 8 millones de habitantes– aparece en el cuarto lugar de las entidades que no han podido regresar al nivel que tenían antes de la pandemia, después de estados mucho más pequeños: Campeche, Aguascalientes y Colima. Mientras la economía del país en su conjunto logró recuperarse a finales del año pasado, la de Veracruz todavía está rezagada en 5.3 puntos porcentuales respecto del primer trimestre de 2020.
Pero la medianía veracruzana viene de lejos. De acuerdo con el Inegi, la participación del estado en el PIB nacional pasó de 5.60% en 1980 a 4.53% en 2020. En tanto, la de Querétaro pasó de 1.35% a 2.25% y la de Nuevo León, de 5.18% a 7.78% en el mismo lapso. En términos nominales, la economía de Veracruz no llegó siquiera a duplicarse en esos 40 años.
Así, el estado se ha convertido en un lastre para el desarrollo nacional en lugar de ser su principal motor, como debiera serlo. Sus carreteras se han vuelto paraíso de asaltantes, ocasionando grandes pérdidas a empresas que importan insumos o exportan productos a través del puerto jarocho. Ya no hablemos de si el actual gobierno estatal –caracterizado por su frivolidad y su talante tramposo y represivo– comprende que hay que aprovechar la ventana del nearshoring mientras se encuentre abierta.
¡Qué daño hacen los malos gobiernos! Pobre Veracruz, casi no ha conocido otros.