Y espérese a las campañas…

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 28 Abr 2023 - 08:28hrs

La polarización, que se filtra por todos lados como la humedad, acabó por horadar las paredes del Senado de la República, uno de los pocos reductos del pluralismo que le quedaban al país. Lo que sucedió ayer a las 3:53 de la tarde en la tribuna de la Cámara alta fue una escena digna del Palacio Legislativo de San Lázaro.


El senador morenista César Cravioto dio un manotazo a la panista Guadalupe Saldaña y luego se engarzó en un pleito a gritos con el también blanquiazul Ismael García Cabeza de Vaca, que terminó con ambos mentándose la madre.


La oposición acababa de tomar la tribuna, indignada por el resultado de la votación para nombrar a uno de los comisionados faltantes del Inai. Producto de un acuerdo mal entendido o de una traición —dependiendo a quién le pregunte uno—, casi todo el bloque oficialista había votado en contra de la propuesta, cuando el bando contrario esperaba que buena parte de él votase a favor y que, así, con los votos sumados de las dos partes, el pleno del organismo de transparencia adquiriera por fin el quinto miembro que le hace falta para sesionar.


No bien acababa de terminar la votación, los opositores irrumpieron en la tribuna portando grandes mantas que decían “comisionados del Inai, ya”. Fue cuando la senadora Saldaña, que sostenía una de ellas, recibió el golpe de Cravioto.


Por la mañana, Ricardo Monreal, coordinador de la mayoría, pensaba que había alcanzado un acuerdo con la oposición para que Morena designara a un comisionado y la oposición aprobara la propuesta. Así parecía que iba a ocurrir hasta que se contaron los votos y resultó que todos los senadores oficialistas, menos uno —el propio Monreal—, habían votado en contra de Ricardo Salgado, el nombre que aparecía en la boleta.


“¡No somos niños para que nos vean la cara!”, estallaron los opositores. “¡El acuerdo fue votar, no el sentido del voto!”, alegaron los de la mayoría.


Sólo quienes asistieron a la reunión de la bancada morenista, entre las 9 y las 12 del día, saben lo que les propuso Monreal y el acuerdo al que llegaron. Saliendo de allí, el coordinador se reunió con los opositores, en la Junta de Coordinación Política, y si bien dijo que no podía comprometerse a que todos sus compañeros votaran a favor de la propuesta, confiaba en que ésta saliera adelante. Los opositores creyeron que eso significaba sí.


Lo que cuentan algunos morenistas es que, en cuanto Monreal se encerró con los opositores, comenzaron las llamadas desde la Secretaría de Gobernación, la Jefatura de Gobierno y la Secretaría de Relaciones Exteriores para convencer a los senadores oficialistas de votar en contra. Incluso los más cercanos a Monreal, Eduardo Ramírez Aguilar, Cecilia Sánchez, Eli Cervantes, Rafael Espino y Nancy Sánchez, votaron en contra. Ésta última confesaría después que quien la contactó le aseguró que incluso Monreal iba a rechazar la propuesta.


¿Qué podría haber unido en estos momentos a Adán Augusto López, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard para ir juntos, en un mismo sentido, dejando paralizado el Inai? Una sola cosa: una instrucción directa de Palacio Nacional, la orden de que no se repitiera lo sucedido el 1 de marzo, cuando senadores de Morena unieron sus votos a los del PAN para designar como comisionados del Inai a Yadira Alarcón y Rafael Luna, quienes luego fueron vetados por el presidente Andrés Manuel López Obrador.


Es difícil saber si el episodio de ayer marcará el fin de la coordinación de Ricardo Monreal. Lo cierto es que el zacatecano se ha quedado sin poder mandar en su bancada ni pactar con la oposición. Unos ya no le hacen caso, otros ya no le creen. Todavía falta el desenlace del periodo de sesiones en el Senado, que tiene pendiente de tramitar un conjunto de minutas que llegaron desde la Cámara de Diputados, que en un frenesí legislativo sacó adelante, de forma muy desaseada, la agenda de prioridades presidenciales.


El pronóstico es malo. Con la tribuna tomada de forma indefinida, es incierto lo que pueda ocurrir. Pero no hay duda de que en la Cámara alta se rompió la taza de la civilidad y no parece haber pegamento que la pueda dejar igual. Si así están las cosas ahora, espérese a las campañas.


 

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