Otro policía muerto

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 23 Jul 2024 - 09:01hrs

La noche del 9 de febrero, dos guardias civiles españoles, David Pérez Carcedo y Miguel Ángel González Gómez, murieron arrollados por una lancha de narcotraficantes en Barbate, provincia de Cádiz.


El hecho causó conmoción en España. Y sigue teniendo consecuencias, pues varios mandos de la Guardia Civil han sido sometidos a proceso para determinar su responsabilidad por las órdenes que dieron a sus subordinados.


En ese país se toma en muy en serio el homicidio de un policía. Desde que terminó la era de violencia generada por ETA, las cifras de agentes caídos son mínimas. De hecho, entre 1967 y 2011, lapso en que tuvo actividad armada dicha banda terrorista, fueron asesinados 188 elementos.


Eso es menos de la mitad de los policías que fueron asesinados el año pasado en México, donde este tipo de hechos se ha normalizado. Fueron 412 en 2023, de acuerdo con la organización Causa en Común. Y en lo que va de este año han sido 172.



El más reciente fue el del jefe de inteligencia de la policía capitalina, Milton Morales Figueroa, baleado el domingo por un sicario cuando hacía las compras para una comida familiar en el municipio de Coacalco, Estado de México.


Morales Figueroa se encontraba frente a una pollería, hasta donde llegó un hombre que le disparó a la cabeza. El cuerpo de quien era descrito como ejemplo de elemento policiaco quedó tendido en la banqueta, en un charco de sangre.


El coordinador general de la Unidad de Estrategia Táctica y Operaciones Especiales se había encargado de numerosos operativos que terminaron en la detención de varios delincuentes. De manera reciente, encabezaba las investigaciones sobre el intento de asesinato del periodista Ciro Gómez Leyva, ocurrido hace año y medio, mismas que han llevado a prisión a varias personas imputadas.



En una entrevista que le realizó en prisión la activista Saskia Niño de Rivera, el autor material de ese crimen, un hombre apodado El Bart, relató que un ataque como el que sufrió Gómez Leyva requiere de planeación. “En cualquier trabajo de ésos se hace una tarea de investigación, de seguimiento y se ejecuta”, dijo.


Me acordé de esas escalofriantes palabras cuando supe de las circunstancias en las que fue asesinado Morales Figueroa.


La información refiere que los agresores se desplegaron en dos coches –un Aveo color blanco y un Versa gris–, además de una motocicleta. De acuerdo con el periodista Héctor de Mauleón, el funcionario originario de Aguascalientes estaba en su día de descanso y había acudido a Coacalco para una comida en casa de su suegra. Sus asesinos supieron dar con él en ese lugar y probablemente eligieron ese momento para matarlo.


Llama la atención que un hombre tan cercano a Omar García Harfuch, extitular de la policía capitalina y próximo secretario de Seguridad federal –quien sufrió un aparatoso atentado contra su vida en junio de 2020—, no contara con un equipo de seguridad para protegerlo. Quizá eso también lo sabían los criminales, a partir del seguimiento que seguramente le hicieron y que no fue detectado por las autoridades.


Pero lo peor es la normalización de la violencia contra los elementos de seguridad. Es como si se esperara que ése es el destino de un policía que hace su trabajo. La actitud de gobernantes y gobernados parece considerar que en un país donde matan a 70 personas al día, ni modo que uno de ellos no sea policía.


Es verdad que Omar García Harfuch y su sucesor, Pablo Vázquez, pusieron mensajes en redes sociales para recordar al colaborador y amigo, pero no muchos más. El presidente Andrés Manuel López Obrador no ha dicho una sola palabra, a diferencia de su homólogo español, Pedro Sánchez, quien hizo varios reconocimientos a los guardias civiles caídos.


La diferencia es notable: lo que en otros países es un escándalo, en México se toma como si nada. Ojalá que en este caso se haga justicia, pero no olvidemos que aquí se ha asesinado a más de 2 mil 400 policías desde 2018 y casi nunca parece afectar a nadie.

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