2025, el año que viviremos en peligro

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 22 Jul 2024 - 08:45hrs


La actual ralentización de la economía mexicana, combinada con el anuncio de una reforma constitucional que no gusta a la inversión privada y el incremento de las posibilidades de que vuelva Donald Trump a la Casa Blanca, genera incertidumbre sobre el primer año de la Presidencia de Claudia Sheinbaum.


El arranque de un gobierno siempre resulta un periodo de aprendizaje. En el caso de Sheinbaum, el proceso de asir las riendas del país ocurrirá en medio de retos formidables, como estabilizar las finanzas nacionales, carcomidas por el excesivo gasto preelectoral; encontrar una vía al crecimiento, que se ha estancado y apenas promediará 1% anual en el sexenio que termina; reparar el sistema de salud y evitar que la deuda de Pemex se lleve a pique al país; mantener la confianza de empresarios nacionales y extranjeros, lesionada por continuos esfuerzos por subvertir el equilibrio de poderes y la certeza jurídica, y manejar la relación bilateral con Estados Unidos, dominada en los tiempos recientes por asuntos espinosos como la migración indocumentada, el tráfico de fentanilo y los intentos de China por influir en México. Por si fuera poco, la Presidenta deberá lidiar con la mirada inquisidora de su antecesor, quien espera que el rumbo que él ha fijado no cambie –“nada de zigzagueos”– y que ha dejado y sigue dejando a su sucesora una serie de tareas por cumplir. 


Capitanear la nave en ese mar picado, con amenaza de tormentas, requerirá de disciplina para ejecutar, paciencia para esperar resultados y pragmatismo para distinguir la realidad. En síntesis, aplacar las amenazas y abrazar las oportunidades. Y, como el tamaño de la expectativa es proporcional al porcentaje de la victoria electoral, crear la impresión, en muy poco tiempo, de que las cosas van a mejorar y no empeorar.


El experimentado político británico Kenneth Clarke afirma que el primer año es fundamental para determinar los resultados de un gobierno, y que en ese lapso deben hacerse las cosas necesarias, aunque sean impopulares, para luego cosechar los beneficios.



Sheinbaum tiene de su lado el apoyo de casi 60% del electorado que votó el 2 de junio y una mayoría legislativa sustancial (no tan amplia, creo yo, como para alcanzar la mayoría calificada, pero ésa es otra historia). Ese respaldo no debería llevarla a hacer lo que dicta el carnet de militante, sino buscar los resultados que eleven al país y sean sostenibles en el largo plazo. Por fortuna, el hilo negro del desarrollo no necesita ser descubierto. Basta pasar revista a las naciones con mayores niveles de vida y asimilar sus lecciones. En ninguno de ellos el Estado es un ente dominante, sino un facilitador. En ninguno reinan la opacidad ni la aplicación de la ley a modo.


México tiene tareas esenciales que realizar en este arranque de gobierno. Entre ellas está recuperar la vigencia del Estado de derecho en todo el territorio. Apenas el fin de semana, los grupos criminales mostraron que ellos controlan una amplia franja de Chiapas, puerta de entrada de Centroamérica, desde donde arriba la enorme mayoría de la migración indocumentada y buena parte de las drogas. Si el Estado no puede ejercer el mando en su flanco sur, es de dudarse que pueda enderezar la nave de la seguridad pública en el resto de la República. Esa realidad también lo debilita ante el eventual regreso de Trump a la Presidencia de EU, cuyo discurso de campaña se alimenta de la visión de un vecino que no puede meter en cintura la migración, y que amenaza con revertir las condiciones que han hecho de México una potencia exportadora. El expresidente, quien volvería al poder con menos ataduras que en 2017, ha anunciado que rebajará los impuestos corporativos y, para compensarlo, aplicará aranceles a las importaciones. Además, quiere realizar una deportación masiva de personas sin papeles de estancia en el país.


Si se concretan esas medidas, podríamos perder atracción, pues sería más redituable para las empresas relocalizarse en EU que en México, al tiempo que nuestro lado de la frontera se llenará de quienes han sido regresados y los que ya no pueden cruzarla tan fácilmente. ¿Estaremos listos para esos retos formidables?


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