El atentado contra Trump

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 15 Jul 2024 - 09:57hrs

Es muy difícil ponerse juzgón desde México al hablar sobre el atentado que sufrió el sábado el expresidente estadunidense Donald Trump. Con 192 mil homicidios dolosos ocurridos durante el presente sexenio, entre los cuales hay decenas de políticos –alcaldes, dirigentes y candidatos, entre otros–, no tenemos derecho a hacer sermones. Es cierto que cuatro presidentes de Estados Unidos en funciones han sido asesinados –Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy– y que ha habido varios atentados fallidos contra otros –el más reciente, contra Reagan en 1981–, pero México tampoco es virgen en cuestiones de magnicidios, como sabe cualquiera que tenga en la memoria los casos de Madero, Carranza, Obregón y Colosio.


Sin embargo, Estados Unidos siempre había sido ejemplo de una democracia consolidada, con la que se comparaba cualquier otro país democrático del mundo cuando quería saber si iba bien o va mal. Me temo que eso ha dejado de ser cierto. Uno no puede dejar de pensar en el escalofriante escenario de qué habría pasado si Trump no hubiera movido la cabeza en el momento del disparo. No es difícil imaginar lo que habría ocurrido en un país tan polarizado, con tanto odio acumulado y tantas armas en manos de particulares.


Afortunadamente, el poblado rural de Butler, Pensilvania –bastión del trumpismo–, pasará a la historia como el lugar donde casi matan al expresidente y aspirante a la Casa Blanca por tercera ocasión. Por milímetros, el disparo no fue mortal.


Sin embargo, para el futuro de la democracia de Estados Unidos –el país más poderoso del mundo– lo sucedido el sábado por la tarde es ominoso. Trump estaba en medio de una frase, en un mitin al aire libre, ante 15 mil simpatizantes, cuando comenzaron a sonar los balazos: “¿Quieren ver algo realmente triste? Miren lo que pasó…”. Sus palabras quedaron colgadas en el aire. El expresidente se llevó la mano a la oreja derecha y se tiró al piso. Segundos después, fue cubierto por agentes del Servicio Secreto. En algún momento, perdió los zapatos.



Acto seguido, se incorporó con sangre en el rostro y un rasguño de bala en la oreja. Desafiante como nunca, apretó los dientes y alzó un puño cerrado y gritó tres veces “¡luchen!”. Para cuando fue sacado del lugar por el equipo de seguridad, el cuerpo del tirador yacía sobre el techo de una bodega, a unos 50 metros de distancia. Muchas preguntas quedaron en el llano de Butler. Entre ellas cómo un gobierno cuyo presupuesto es de 4.5 billones de dólares no pudo poner en marcha un operativo de seguridad eficaz para evitar el atentado. Un asistente dijo a la BBC que varias personas vieron al tirador –Thomas Matthew Crooks, de 20 años de edad, abatido por un agente después de que empezó a disparar– subirse armado al techo de la bodega. Lanzaron ruidosas advertencias, pero no hubo intento alguno por bajar a Trump del escenario.


Otra pregunta es qué papel ha jugado la retórica incendiaria que hemos escuchado en estos meses de precampaña en Estados Unidos, y de la que Trump ha sido parte. Luego de los hechos del sábado, muchos políticos, de ambos partidos, condenaron la violencia, pero ¿qué hicieron antes por bajar el tono tóxico? Preocupa lo que sucede en Estados Unidos. Por el contexto local, pero también el internacional. Un presidente que lleva más de dos semanas señalado como incapacitado física y mentalmente para continuar en el cargo. Un expresidente y candidato presidencial condenado recientemente por cargos criminales y que se salvó por muy poco de ser asesinado. Una sociedad admirable en muchos sentidos, pero que en años recientes se ha dejado dominar por el odio a quien piensa distinto, donde la tolerancia, el respeto y la empatía sucumben ante las preferencias políticas.


Es cada vez más difícil reconocer al país fundado por Washington, Jefferson, Madison, Hamilton, Franklin y Adams, que ha ayudado a sentar las bases del Estado de derecho, que puso a un hombre en la Luna hace 55 años…


“No hay lugar en Estados Unidos para este tipo de violencia”, dijo el presidente Joe Biden la noche del sábado y el mediodía del domingo. Tristemente, sí lo hay.


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Si antes del atentado mantener la Casa Blanca se veía cuesta arriba para los demócratas, ahora parece casi imposible.

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