Asomarse al infierno

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 09 Jul 2024 - 09:10hrs

Resulta escalofriante escuchar el relato que hizo el delincuente confeso apodado El Bart –el hombre que intentó asesinar al periodista Ciro Gómez Leyva– en la entrevista que le realizó, en el penal de Santa Martha, la activista Saskia Niño de Rivera.


Apenas conocemos una parte de su versión, pues la conversación completa aún no se publica. Sin embargo, es suficiente para darnos cuenta de cuánto ha avanzado la deshumanización en este país, donde todos los días se mata a más de 70 personas.


Con una parsimonia que hiela los huesos, El Bart describe cómo fue contratado para matar a Ciro, acción que se hubiera consumado de no ser porque la camioneta en que viajaba mi colega y compañero de Grupo Imagen era blindada, información con la que no contaba el pistolero aquella noche.


“Mi idea era ‘muerto, libre y con dinero’”. Ésa era la expectativa de quien disparó contra Ciro, apuntándole a la cabeza. “Lo mato, me voy a donde me tenga que ir, me escondo un rato, se enfrían las cosas, tengo dinero y ya. Tan tan, lo que siga. Yo me lo imaginaba en su camioneta, en una sábana blanca”.



Cuando Saskia le pregunta si no sabía que lo iban a detener, responde tranquilamente que no se lo imaginaba. “¿Cuántos periodistas han matado y no ha pasado nada? No han agarrado a nadie”, afirma. Por desgracia, tiene razón. En este país resulta muy fácil atentar contra un comunicador. De acuerdo con la organización Artículo 19, en lo que va de este sexenio, 46 colegas han sido asesinados.


“Si se está haciendo tanta investigación es porque él (Ciro) está haciendo su pancho”, agrega. Yo no creo que exigir justicia sea “hacer pancho”, pero sí es verdad que las autoridades de este país sólo actúan cuando un caso se vuelve mediático. De otro modo, ¿por qué no ha habido justicia para las otras víctimas de El Bart, quien reconoce en la entrevista haber cometido “veinte” homicidios?


“En cualquiera de estos trabajos se hace una tarea de investigación y se ejecuta”, explica El Bart, al comentar cómo se preparaba para ejecutar a alguien. Por eso, como bien dice José Elías Romero Apis, el crimen organizado es más serio que el gobierno. Cualquier falla en su labor se paga –con la vida o la cárcel–, mientras que los funcionarios que la riegan pueden acabar en un puesto de mayor responsabilidad.


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Escuchando la entrevista, me pregunto cómo llegó El Bart a convertirse en lo que es y acabar donde está. Hace años, tuve la oportunidad de entrevistar en el penal de El Altiplano a Daniel Arizmendi López, alias El Mochaorejas. Cuando le pregunté cómo llegó a ser secuestrador me dijo que no había sido de la noche a la mañana. Comenzó asaltando a transeúntes sobre la avenida Chimalhuacán, de Ciudad Nezahualcóyotl, y así fue subiendo por la escalera del crimen.


¿Cómo habrá comenzado El Bart a dedicarse a esto? Por lo menos, alguien tuvo que haberle enseñado a usar una pistola. ¿Qué tanto saben las autoridades de ese proceso de ascenso en las actividades criminales, y por qué no hay un protocolo para interceptar a los jóvenes antes de que echen a perder su vida y la de muchas otras personas?


En 2007 hicimos un trabajo periodístico en Excélsior a partir de los datos del Sistema Estatal y Municipal de Bases de Datos (Simbad) del Inegi. Con base en información oficial sobre delincuentes sentenciados, pudimos hacer el retrato hablado de un sicario. Algunas de sus características son: que tenía 25 años, había dejado de estudiar al concluir la secundaria y vivía en unión libre.


Al publicar el texto, reflexionamos en la mesa de redacción que era lógico que alguien encontrara cuanto antes a los mexicanos que cupieran en ese molde y les ofreciera incentivos para volver a la escuela, algo básico –aprendimos de los datos– para no ingresar en las filas del crimen organizado.


Hoy, a lo mejor, ese retrato hablado es distinto. Pero debiera haber un programa así, que consista en algo más que darles una “beca” con dinero público.


Mientras el Estado no cache al vuelo a los futuros sicarios, los horrores que describe El Bart seguirán produciéndose y reproduciéndose.

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