Partido, gobierno, país

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

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| 03 Jul 2024 - 09:05hrs

En 1892, el presidente Porfirio Díaz se presentó como candidato para su tercera reelección. Parte de la campaña consistió en ensalzar al militar oaxaqueño por sus logros en el campo de batalla. Ninguno de ellos como el del 2 de abril de 1867, día en que las fuerzas de la República, comandadas por él, recuperaron la ciudad de Puebla, que había estado en manos de los invasores franceses desde el 17 de mayo de 1863, cuando el general Jesús González Ortega debió rendir la plaza por falta de municiones y víveres.


Un cuarto de siglo después de aquella victoria, Díaz convirtió el 2 de abril en fiesta nacional.


“La organización del festejo quedó a cargo de la Secretaría de Guerra”, recuerda la historiadora Lara Campos Pérez en un estudio sobre el tema (2016), aunque en ocasiones, agrega, “quien se arrogó el derecho y la obligación de hacerlo fue el Círculo Nacional Porfirista”, el entonces partido oficial, “que había sido el principal impulsor de esta efeméride”.


Ciento treinta y dos años después, el presidente Andrés Manuel López Obrador quiere que el país festeje su triunfo electoral de 2018. Lo ha venido haciendo, año tras año desde entonces, pero desea algo más que un mitin partidista en el Zócalo. Quiere que la fecha forme parte del calendario cívico.



La encargada de presentar la propuesta fue Claudia Sheinbaum, quien en menos de tres meses se convertirá en su sucesora. Lo hizo el lunes 1 al encabezar un acto para conmemorar el sexto aniversario de aquellos comicios.


El encuentro, organizado por Morena, se llevó a cabo en el Complejo Cultural Los Pinos, lo cual constituye una violación a la ley, pues se trata de un recinto oficial. Pero eso al oficialismo lo tiene sin cuidado. Si antes de las elecciones del 2 de junio no había reparo en llevar a cabo acciones partidistas con el respaldo del gobierno, ahora cualquier pudor en ese sentido se ha desvanecido.


En su discurso, Sheinbaum propuso a su partido realizar una consulta para designar oficialmente la conmemoración, la cual, según su apreciación, “ha sido uno de los momentos más felices del pueblo de México”.


A fines del siglo XIX, un editorialista del diario El Imparcial –mencionado por la historiadora Campos Pérez– hizo su propia justificación de por qué el 2 de abril debía ser conmemorado por todos. Sin ese hecho de armas, alegó, “no habría República ni quizás nación”.


El lunes, la virtual Presidenta dijo lo siguiente: “A este 1 de julio hay que ponerle nombre, porque ya es una fecha histórica. Yo les propongo varios. Puede ser ‘el Día de la Revolución de las Conciencias’, ‘el Día del Triunfo del Pueblo’ o ‘el Día de la Verdadera Democracia’, como lo queramos nombrar”.


Las mayúsculas en el párrafo anterior no son obra del autor de esta Bitácora; vienen, tal cual, en la transcripción del mensaje. Palabras adelante, Sheinbaum añadió una cuarta propuesta: “el Día del Pueblo de México”.


Habrá que ver cómo evoluciona esa iniciativa y si el martes 1 de julio de 2025 será día de asueto, con desfile por Reforma. Sin embargo, ya la simple propuesta, junto con la realización en Los Pinos del acto mencionado, habla de la fusión que está queriendo hacer el oficialismo de los conceptos de partido, gobierno y país, como ocurría en los tiempos del PRI hegemónico, el cual, dicho sea de paso y hasta donde alcanza mi memoria de reportero, no realizaba festejos partidistas en recintos oficiales, fuera del destape sexenal.


Pero Sheinbaum dijo algo más en esa ocasión. Afirmó que nunca pintaría su raya con López Obrador. Si lo hiciera, explicó, “sería pintar la raya con el pueblo de México”. La deducción es sencilla: para ella, el tabasqueño y el pueblo son la misma cosa.


Otras conclusiones son también evidentes. El Presidente no quiere dejar el poder sin que su Cuarta Transformación cuente con una fecha en el calendario cívico, a la manera del 16 de septiembre, el 5 de mayo y el 20 de noviembre. Y haber logrado que la propuesta de la perpetuación del festejo la hiciera su sucesora, es algo que la ata con la idea de que su triunfo en las urnas se lo debe a él y que su papel en el siguiente sexenio será continuar su obra.

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