Tierra de nadie

Bitácora del director

Pascal Beltrán del Río

.

| 13 Mar 2024 - 10:18hrs

Guerrero no necesitaba muchas más razones para dar la impresión de un desgobierno total.


Después de ver a la alcaldesa de su ciudad capital reunida con un jefe criminal, los enfrentamientos armados entre bandas de la delincuencia organizada y la deficiente atención a los efectos del huracán Otis, ¿qué otra cosa podía suceder?


Lamentablemente, siempre hay espacio para empeorar.


El asesinato de un estudiante de la escuela normal rural de Ayotzinapa, la noche del jueves en Chilpancingo, seguido de la fuga de un policía acusado del crimen y la desaparición de dos funcionarios de la Fiscalía General de la República que se encargarían de investigar los hechos, ha sumido al estado en el caos.



El gobierno federal había querido atajar los problemas mediante un cambio de mando en la Secretaría de Seguridad Pública del estado. El 24 de enero se informó de la salida de la titularidad de la dependencia del capitán naval Evelio Méndez Gómez y su sustitución, el general Rolando Solano Rivera.


Llamó la atención cómo se le dio posesión, pues, de forma desusada, acudieron ese día a Chilpancingo los secretarios de Defensa y Seguridad y Protección Ciudadana, Luis Cresencio Sandoval y Rosa Icela Rodríguez, respectivamente.


El mensaje que quiso mandar el presidente Andrés Manuel López Obrador es que quien estaba al cargo de la seguridad pública en Guerrero era su gobierno y, más específicamente, él mismo. Sin embargo, el gastado recurso de poner a un general al frente de la policía no dio ni seis semanas de tregua. Luego de que los normalistas de Ayotzinapa tiraron la puerta de Palacio Nacional, hace una semana, uno hubiera imaginado que habría instrucciones especiales para no incrementar las tensiones con esa comunidad.


Lo que sucedió fue lo contrario: policías estatales que forman parte de la secretaría que encabeza Solano se fueron sobre dos estudiantes que, a bordo de un vehículo, esperaban a un compañero afuera de una tienda mientras éste compraba cigarros. Un policía sacó su arma y disparó contra Gómez Peralta, quien estaba al volante, aparentemente cuando éste trató de arrancar el coche, espantado por los agentes, que tocaban en las ventanillas para que los muchachos se bajaran.


Con un tiro en la cabeza, el conductor fue llevado a un hospital, donde murió. Su acompañante fue detenido. En la madrugada, el general Solano y el secretario general de Gobierno del estado, Ludwig Reynoso, salieron a decir que “el hecho” había sido “fortuito”. En un comunicado, la Secretaría de Seguridad Pública detalló que los policías habían respondido en defensa propia a disparos que salieron del vehículo; que los tripulantes no se habían querido detener en un retén, luego de que les marcaron el alto por venir en un coche con reporte de robo, y que les encontraron armas y droga.


Para entonces, un grupo de normalistas ya había incendiado una patrulla en Chilpancingo. Al día siguiente, los funcionarios se entrevistaron en la calle con los manifestantes y les aseguraron que “el hecho” se estaba investigando y habría justicia, con lo cual los estudiantes regresaron a su escuela.


Pero muy pronto se sabría que todo el relato de los funcionarios estatales era falso. Y, para acabarla de amolar, el policía que presuntamente mató a Gómez Peralta se había fugado, y dos agentes de la FGR –que había atraído el caso–, desaparecieron cuando iban a Chilpancingo a realizar indagatorias. Un verdadero coctel para el conflicto.


Enterados de la verdad, los normalistas ayer volvieron a bajar a Chilpancingo la mañana de ayer. Ya no hubo quién los detuviera. Con bombas molotov y cohetones arremetieron contra las oficinas de la Fiscalía General del estado e incendiaron nueve vehículos que se encontraban en el estacionamiento.


Asimismo, hicieron huir a los funcionarios del Palacio de Gobierno y el Congreso local que no tenían ni dos horas de haber llegado a trabajar.


En imprevisible hasta dónde puedan escalar la situación. Lo cierto es que el gobierno, ya enredado en la investigación del caso Ayotzinapa –la desaparición de los 43 normalistas en Iguala en 2014–, ahora se ha comprado un adversario que jamás pensó tener. Una muestra más de que Guerrero es tierra de nadie.

Más entradas de Bitácora del director